La mejor política 

 

Germán Vargas Farías

Hace algunos días fui invitado a dar una charla sobre principios y criterios para una buena elección de autoridades, dirigida a jóvenes de diversas iglesias, y accedí con mucho gusto pues, para mí, toda conversación es una excelente oportunidad para intercambiar pareceres, conocer otras maneras de percibir e interpretar las cosas, y aprender.

Empecé mi intervención contándoles como había aceptado participar esa noche, a partir del pedido de un amigo, y mencionando que solemos tomar decisiones, a veces, sin pensarlas mucho, porque suenan interesantes, o porque nos lo pide alguna persona que estimamos. Así como yo, quienes me invitaron tuvieron algunas razones o criterios para hacerlo, y al final de la reunión habrán evaluado si acertaron o se equivocaron al elegirme.

Sea para la organización de un evento, o en cosas más o menos importantes, siempre estamos tomando decisiones, y lo que les planteé esa vez a los jóvenes y les propongo ahora a ustedes, es pensar en torno a los criterios para una decisión sumamente importante para nosotros, nuestras familias, y nuestro país, me refiero a las elecciones generales de este domingo 11 de abril.

No me considero especialista en la materia, pues apenas soy un abogado que procura estar bien informado, pero tengo experiencia como elector. He votado en 6 o 7 elecciones generales, incluyendo en casi todos los casos segunda vuelta, además de otras elecciones de carácter municipal, regional, y algunas consultas especiales.

Es decir, mi experiencia viene de participar, con entusiasmo, en procesos que culminan en la elección de autoridades y, algo que me parece relevante enfatizar, sea que ustedes vayan a votar por primera vez, o tengan una experiencia parecida o mayor a la mía, sin importar su origen, género, confesión, grado de instrucción, ocupación, estado civil, o lo que sea, sus votos, el mío, y el de los demás, valen igual.

Reconocerlo me parece importante porque nos desafía a participar, haciéndolo debidamente informados, y ejerciendo nuestra ciudadanía. Cuando no lo hacemos, otros nos sustituyen, y deciden sobre nosotros sin que les importe lo que pensamos, sentimos o necesitamos. Nuestra historia en 200 años está llena de eso, de nosotros depende evitar que se repita.

Días antes de la charla que les comento, recibí el documento  Criterios éticos para elegir mejor a nuestras autoridades políticas desde una cultura del autocuidado, publicado por la Comisión Episcopal de Acción Social – CEAS, que toma como marco la última encíclica social del Papa Francisco, Fratelli Tutti (Hermanos y hermanas todas).

Lo revisé y decidí utilizarlo como referencia, porque nos plantea el desafío de responder a lo que acontece hoy en el mundo y en nuestro país, en un contexto con diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, para, como dice Francisco, ser «capaces de renovarnos con un sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras».

Me agradó, además, porque se trata de un texto escrito desde convicciones cristianas, pero abierto al diálogo con todas las personas de buena voluntad.

En «Fratello Tutti», Francisco plantea la necesidad de trabajar por la mejor política, donde haya líderes que interpreten el sentido de un pueblo, y que busquen, con otros, caminos diferentes para problemáticas y desafíos también diferentes y complejos.

Si ustedes miran la lista de candidatos y candidatas, ¿quiénes creen que pueden expresar esa «mejor política», ¿quiénes conocen mejor las necesidades del pueblo, y tienen ideas claras y sensatas sobre cómo responder ante esos problemas?

Si solo tuviéramos en cuenta lo que sucedió durante el año pasado, ¿qué características debió tener una autoridad que fuera idónea para ese momento? Es evidente que quienes tuvieron el control del poder ejecutivo y del congreso de la República, no tenían, digamos, el perfil, ¿qué les faltó?, si ese fuera el caso.

Siguiendo con la encíclica, buscar con otros, y otras, caminos diferentes, para problemáticas y desafíos también diferentes y complejos, nos habla de la necesidad de concertar, y de hacerlo respetuosamente. Es decir, sin descalificar, sin difamar, sin insultar. Todo indica que el próximo quinquenio que empezaremos el 28 de julio será tan o más desafiante que el precedente, ¿quién podrá gobernar con un nivel de fragmentación como el actual?

La ecuación es sencilla. Un contexto sanitario, económico, social, igual o más grave que el actual; más autoridades, tanto en el Ejecutivo como en el Congreso, parecidas a las que mayoritariamente han gobernado el país en el quinquenio que termina, ¿cuál sería el resultado?, Fácil, más caos, muerte y desastre.

Como verán, lo que está en juego no es poca cosa. Esta elección, la del Bicentenario, será la más importante en lo que va del siglo, y merecemos autoridades que sepan administrar la crisis, además de construir bases firmes para una «nueva convivencia», que no es lo mismo que «nueva normalidad».

En «Fratello Tutti» se dice acertadamente que no se trata de una «nueva normalidad», porque fue esa normalidad la que generó la situación actual. Se trata de una «nueva convivencia» que se establezca sobre la cultura del cuidado, la cual tiene en su núcleo la dignidad y los derechos de la persona.

No puedo extenderme más por razones de espacio, pero haríamos bien, particularmente los candidatos, en leer la encíclica. Uno de sus mensajes, muy pertinente, por cierto, es que «el derecho de algunos a la libertad de empresa, o de mercado, no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente». Tan sencillo, y tan difícil de comprender cuando se carece del talante para gobernar.

 

 

     
 

Agregue un comentario