Cánones de belleza: influencias que pueden hacer daño

Comunicador Social
«¡Ufff!» El suspiro de alivio deja salir un golpe de aliento que opaca el vidrio del espejo del baño escolar. Lucy acaba de sacarse la Kn95 y sus pulmones reciben una generosa porción de aire renovado y anhelado por ella, desde que se calzó la mascarilla quirúrgica esta mañana, al salir de casa con dirección al colegio. Hace ya casi dos meses que un decreto supremo suspendió el uso obligatorio de este protector, pero ella es la única en la clase que sigue usándolo.
El espejo ha recuperado casi de inmediato su reflexión y Lucy contempla desganada la parte de su rostro que le esconde la mascarilla. «Tengo los labios demasiado delgados y mi nariz no es perfilada», se lamenta, amparada en la soledad de la bathroom. La obligatoriedad del uso de la mascarilla con fines protectores de salud por pandemia, fueron trastocados para esconder aquellos rasgos físicos que encontró desagradables y no coherentes con los conceptos oficiales de belleza.
De pronto, siente el sonido de unos pasos que se acercan a los servicios higiénicos y sus manos vuelan hacia su rostro, volviendo a colocarse la mascarilla, convertida ahora en un artículo casi sagrado para ella. No permitirá que nadie la mire. ¿Hasta cuándo? No lo sabe. Quizá hasta que tenga la edad y las posibilidades de someterse a una cirugía estética que le provea los rasgos que la naturaleza fue esquiva en dotárselos…
Los cánones de belleza son una serie de aspectos (no necesariamente cualidades) que una sociedad impone por coincidencia de conceptos, dándole más importancia al aspecto físico, por sobre lo moral o espiritual.
Estos patrones establecidos son casi siempre inalcanzables por el común de las personas, generándoles frustración, depresión, ansiedad, baja autoestima, inestabilidad, inseguridad e inconformidad; consecuencias emocionales dañinas y que, hasta a veces, pueden llegar a ser fatales. Son habituales los trastornos de bulimia y anorexia y los numerosos resultados adversos de cirugías estéticas mal practicadas por escaseces económicas.
Las tendencias sociales son mareas que se mueven incontrolables por el mundo, arrastrando adeptos y destruyendo opositores. Las propuestas se dan a través de influenciadores, que marcan la pauta de lo que les interesa, siendo seguidos de inmediato por el rebaño.
La belleza física es efímera, pero mientras dura, la satisfacción que produce alcanzarla y conservarla puede generar adicción a todo lo que conduzca a ella: anabólicos, energizantes, biopolímeros o la desconocida, pero vigente, cosmeticorexia, la dependencia por las cremas y cosméticos.
La estética ideal ha ido cambiando a lo largo del tiempo y varía según la cultura. El atractivo por los cuerpos voluminosos y regordetes de hace unos cientos de años, se trastocó hoy en una presentación light, libre de grasas azúcares y calorías. Los caballeros las prefieren delgadas, y las damas sueñan con abrazar algunos kilos de músculos.
Ejercitarse y lograr una apariencia exterior agradable, por el hecho de sentirse pleno en salud física y mental, es una premisa válida y necesaria. Recurrir a cirugías o implantes por la carencia de algún órgano del cuerpo, también lo es. Incluso, los tatuajes u otros elementos decorativos corporales son libres de ser usados, mientras sea una decisión genuinamente personal, y no comprometa tu independencia como ser humano. Dejarse llevar por imposiciones sociales, implica renunciar a lo más valioso que poseemos: la libertad de elegir.
Contraria a la belleza física, la espiritual sí describe cualidades y valores que no tienen discusión ni expiran en el tiempo. El encanto espiritual refleja la elegancia y armonía natural que los seres humanos somos capaces de cultivar y adquirir consolidando nuestras virtudes y valores. Una persona espiritual transmite paz, porque ha trascendido a su condición de ser humano. Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi, Jesucristo, entre otros, han establecido con sus vidas que el adorno más preciado que ensalza a todo ser humano es la bondad al servicio de los demás. Emulémoslos.