Crimen, manipulación y xenofobia

Germán Vargas Farías

¿El caso de Silvano Oblitas Cántaro Tolentino, es uno de xenofobia?, aunque algunos medios lo presentaron inicialmente así, no es posible afirmarlo categóricamente. 

El vídeo que profusamente ha circulado por redes sociales, hizo suponer que se trataba de un crimen de odio por su nacionalidad. Allí se observa que dos hombres le interrogan de dónde es, y al reconocer Silvano su procedencia, de Huánuco, y de Perú, lo levantan, solo para arrojarlo desde un puente. 

Las hipótesis son varias en una investigación que apenas empieza, y que esperemos arroje pronto resultados que permitan identificar y capturar a los asesinos. El clamor de justicia de su familia, y de mucha gente que se ha pronunciado en Huánuco y en el país, debe ser satisfecho porque, tras el execrable crimen de nuestro compatriota, es lo que corresponde.

No es seguro que se trate de un caso de xenofobia, pero es indudable que hay quienes pretenden utilizar esta tragedia para incitarla. 

Un reportaje del programa «Cuarto Poder», propalado el domingo pasado, muestra cómo imágenes reales, de hechos no todos recientes, son manipulados para presentarlos como parte de una guerra xenófoba, con el claro propósito de provocar zozobra, desconfianza y miedo contra, específicamente, la población venezolana en nuestro país.

«Demandemos a las autoridades que cumplan sus funciones, sin atribuirnos competencias que no nos corresponden y evitando avalar o incurrir en prácticas xenófobas indignas para un país cuya diversidad es una de las bendiciones que deberíamos celebrar»

En la investigación del dominical de América Televisión, el jefe de la Brigada contra la criminalidad extranjera, coronel PNP Víctor Revoredo, señala que se trata de «hechos aislados que no guardan relación», asegura que «hay un fin oculto, delincuencial, que quiere causar zozobra en la población, con la finalidad de desviar el circuito de las investigaciones», y promete: «Vamos a determinar técnicamente que los móviles que conllevaron a la comisión de estos ilícitos son totalmente aislados».

La policía peruana parece tener claro lo que existe detrás de esa estrategia xenófoba y criminal, pero sus posibilidades de detener a los delincuentes se reducen cuando son miles las personas que contribuyen a difundir esos mensajes basados en información falsa o manipulada, a través del WhatsApp y otras redes sociales.

Se calcula que en la actualidad hay cerca de un millón de migrantes de Venezuela en nuestro país y, como se sabe, se trata de personas que han llegado buscando mejores condiciones de vida para sí mismos y sus familias. La pandemia ha acentuado su vulnerabilidad, y esta corre el riesgo de agravarse, incluso más, cuando se soliviantan sospechas y prejuicios contra ellas.

Quienes se prestan a eso, olvidan que se trata de personas que han migrado para ponerse a salvo de gobiernos autocráticos y corruptos, cuya dignidad y derechos no se pierden por estar fuera de su país. 

No se trata de ignorar los delitos e incidentes violentos protagonizados por algunos venezolanos, sino de darles el tratamiento que corresponde. La responsabilidad penal no se agrava ni atenúa en razón de la nacionalidad; es decir, sea el crimen perpetrado por un nacional o por un extranjero, merece la misma repulsa y sanción.

Considerando todo ello es preciso conservar la mesura. Demandemos a las autoridades que cumplan sus funciones, sin atribuirnos competencias que no nos corresponden y evitando avalar o incurrir en prácticas xenófobas indignas para un país cuya diversidad es una de las bendiciones que deberíamos celebrar.

No permitamos que el crimen contra Silvano sea utilizado para diseminar ese otro virus que es tan o más grave que la covid-19, el veneno del odio, el virus de la xenofobia.    

     
 

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