¿Debe interesarnos la elección presidencial en Estados Unidos?

Germán Vargas Farías

De cuando en cuando sigo con atención las elecciones presidenciales en algunos países. Eso ha implicado averiguar cómo funciona el sistema electoral, conocer cuáles son los temas de interés principal, ver los debates, identificar cómo se posicionan los medios y otras instituciones frente a uno u otro candidato o candidata, estar atento a las encuestas y los análisis que se hacen sobre sus resultados, etc.

Me entretiene, y también me sirve para conocer más sobre el país, advertir las diferencias y semejanzas con el nuestro, y hasta comparar el nivel de los candidatos de aquí y de allá.

Así me entero, por ejemplo, que en México se elige al presidente, o a la presidenta, por mayoría simple en una sola vuelta, que el periodo presidencial es de seis años, y que la reelección presidencial está prohibida constitucionalmente. No es igual en Argentina donde hay segunda vuelta o balotaje y el mandato presidencial es de cuatro años, con la posibilidad de una reelección inmediata.

En Estados Unidos, país al que me referiré ahora, la presidencia es ejercida por un periodo de cuatro años, permitiéndose la reelección por una vez que puede ser o no ser inmediata. A poco más de un mes de las elecciones en ese país, que se realizarán el próximo martes 5 de noviembre, la competencia entre Donald Trump y Kamala Harris está muy reñida siendo muy difícil vaticinar el resultado.

Donald Trump, de 78 años, es el candidato del Partido Republicano; y Kamala Harris, quien este mes cumple 60 años, es la candidata del Partido Demócrata. Trump es un magnate que fue presidente durante el periodo de enero 2017 a 2021, habiendo fracasado en su intento de reelegirse en las elecciones del año 2020, cuando se enfrentó a Joe Biden, el actual presidente.

Estados Unidos es posible perder la elección a la presidencia, aunque se obtenga la mayoría del voto popular»

Harris es una abogada que ha ejercido como fiscal general de California, también como senadora del mismo estado, y que fue elegida por Biden como compañera de fórmula, siendo actualmente la vicepresidenta. Cuando el presidente Biden decide no postular a la reelección, Kamala Harris emerge como la candidata de los demócratas, habiendo revitalizado su partido en una contienda electoral que, antes de ella, casi todos daban por perdida.

Aunque la mayoría de las encuestas otorgan una ligera ventaja a la aspirante del Partido Demócrata, en Estados Unidos se sabe que es posible perder la elección a la presidencia, aunque se obtenga la mayoría del voto popular.

Así sucedió en las elecciones del año 2000 cuando George W. Bush le ganó al demócrata Al Gore, o el año 2016 cuando Donald Trump obtuvo la elección frente a la demócrata Hillary Clinton. En ambos casos, Gore y Clinton obtuvieron muchos más votos que sus rivales republicanos, pero no lograron el número de delegados necesario para conseguir la presidencia.

Mencioné que en Estados Unidos es posible perder la elección a la presidencia, aunque se obtenga la mayoría del voto popular. Dicho de otro modo, es posible ser presidente sin ganar el voto popular. El sistema electoral permite que más que los electores, sean los delegados los que tienen la última palabra.

La presidencia de los Estados Unidos se logra con la mayoría de los votos de los 538 delegados del Colegio Electoral, un sistema cuestionado pero que no se ha podido revertir. Kamala Harris y Donald Trump necesitan 270 delegados para llegar a la presidencia, y se han lanzado a conquistar los votos principalmente de los estados péndulo, es decir aquellos que no se identifican claramente con uno de los partidos y que -según se afirma- decidirán la elección.

El 5 de noviembre sabremos a quien favoreció el Colegio Electoral, y la persona que gobernará Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Esa elección tiene que ver también con nosotros y nuestro país, y sobre eso me ocuparé en una próxima columna.

     
 

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