Ejercicio del poder: a más carencia, mayor tiranía

Comunicador Social
Un día, como otro cualquiera, el león despertó con muchas ganas de alardear su soberanía con los habitantes de su reino. De esta manera, se dio una vueltecita por toda la selva y agarrándole del cuello a cuanto animal encontraba, les rugía la pregunta «¿¡Quién es el rey de la selva!?». Los asustados animales, temerosos de que se los comiera si no contestaban adecuadamente, se apresuraban en decir: «Tú, mi leoncito; tú eres el rey de la selva, ¿quién más podría serlo?». Entonces, el felino los soltaba y, con el pecho henchido de orgullo, continuaba su camino con una sonrisa en los labios y un andar presuntuoso. Así, el león se pasó parte de la mañana regocijándose con el miedo de sus súbditos, hasta que se encontró con el mono que, sentado en la puerta de su casa, hervía en cólera a causa de una pelea verbal que acababa de tener con su pareja, la mona, la cual, para variar, no admitía su culpabilidad por la pérdida de un racimo de plátanos de la alacena. Acercándose al primate y cogiéndolo por el cuello, el león le vociferó la misma pregunta: «¿¡Quién es el rey de la selva!?». El mono, encrespado de ira y zafándose de las garras del león, bramó: «¡¡Mira, leoncito de pacotilla; a mí no me vas a venir esta vez con tus estupideces!! ¡¡Serás el que encabeza la cadena alimenticia de esta selva, pero a mí me respetas!!». El león, desconcertado por esta inesperada respuesta, solo atino a musitar: «Caray… ya ni se te puede hacer una preguntita…»
Hoy el poder es concebido, ya con normalidad, como la capacidad de hacer que otra persona tenga determinada conducta, incluso en contra de su propia voluntad. Bajo esta idea, el poder habilita al tirano para imponer sus decisiones, sin la necesidad de considerar las ideas y opiniones de otros, a costa del sufrimiento de estos últimos, al estar obligados a hacer algo que les resulta, más que ajeno, forzado. El ejercicio del poder no implica necesariamente violencia, prohibición, coerción o abuso; al contrario, un poder superior debe gobernar haciendo uso de la libertad. A esto último le llamamos democracia, aunque en la mayoría de casos, de democracia solo lleve el nombre.
El ejercicio del poder va más allá de someter a un sujeto a las decisiones de otro. El sometimiento genera miedo, y cuando alguien gobierna a través del miedo, deja en evidencia su propia debilidad. Por el contrario, cuanto más «poderoso» es el poder, menos perceptible se vuelve. El mejor liderazgo sobre un grupo humano radica en que el grupo no se sienta gobernado, sino acompañado a alcanzar metas comunes, donde el riesgo del fracaso alcance también a dicho líder.
Según la RAE, ‘tirano’ es el sentimiento opresor que domina la voluntad de una persona. Sin embargo, aunque nos parezca increíble reconocerlo, el tirano’ es un ‘ser’ que habita dentro de nosotros con el único objetivo de protegernos, encargándose de que no tomemos decisiones alocadas o poco reflexionadas para evitarnos futuros disgustos. No obstante, en ocasiones esa espontaneidad y ese empuje irracional o poco reflexionado son ingredientes esenciales para conseguir aquello que nos propongamos, y ahí surge la parte negativa de ese sentimiento. Cuando esto ocurre, el ‘tirano’ se vuelve agresivo, encontrando justificación para su accionar hasta en lo injustificable.
Incrementa esta realidad las carencias que sufre la inteligencia emocional del individuo. A más cortedad intelectual, escasez o postergación emocional del empoderado, mayor tiranía. Lo contrario ocurre con la figura teológica, donde el poder se ejecuta basado inteligentemente en la libertad de las personas.
En La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, Segismundo despierta un buen día investido de poder. El resultado es un rey que gobierna sus pocas horas de libertad en la más completa arbitrariedad; no por capricho, sino perturbado por haber pasado la vida encerrado en una prisión.
Es necesario dominar a nuestro ‘tirano’ para establecer en nuestras vidas, y en las de los demás, un ambiente de sana democracia, justicia y equidad.