El ejercicio de leer

Una de las analogías que ayuda a comprender el valor de la comprensión lectora y las posibilidades de desarrollarla es compararla con el entrenamiento en un gimnasio.
Nos inscribimos y entrenamos para mejorar nuestra condición física, asistiendo puntualmente y esforzándonos cada vez en rutinas más exigentes. Del mismo modo, aunque los efectos de la comprensión lectora no se noten como los músculos sino al razonar y hablar, si queremos mejorar esta competencia verbal debemos leer todos los días y cada vez textos más complejos. Por lo tanto, como al iniciarse en cualquier actividad física, se debe empezar haciendo esfuerzo básico, para luego escalar a niveles superiores, por cual hay que comenzar con periódicos y revistas, para luego pasar a cuentos, novelas y textos filosóficos.
El problema radica en que, muchas veces, se quiere resultados inmediatos, o, peor aún, por el hecho de saber leer (dígase decodificar palabras), se enfrenta a lecturas extenuantes sin preparación adecuada, como si, de pronto, se inscribiera en un gimnasio sin previo entrenamiento y se pretenda realizar rutinas avanzadas. Entonces, volvemos a la consigna básica, que es practicar la comprensión lectora desde lo simple hasta lo complejo.
Lo mismo podríamos decir si nos prepararíamos para participar en una maratón de numerosos kilómetros. Si no tenemos la condición física adecuada, será difícil, si no imposible, llegar a la meta. Del mismo modo que, si queremos leer El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha o Los miserables, no tendremos el entrenamiento suficiente para llegar a la página final.
El problema también comprende el interés hacia los resultados. Mientras que asistir al gimnasio o ganar una maratón son elogiados grandilocuentemente, la lectura, por alguna razón insensata, es vista como una actividad rezagada, acaso deplorable. ¿De cuándo acá querer ser inteligente ha caído en el desprestigio? La congestión tecnológica y la ponderación por el espectáculo no ha hecho más que agudizar esta contrariedad.
Pero no todo está perdido. La realidad, con su inmensa sabiduría, reubica lo valioso hasta el pedestal que se merece. Por lo tanto, aunque les cueste, los estudiantes deben asumir que, en una preparación superior, si es que desean ser profesionales competitivos, van a tener que nutrir su intelecto con lecturas avanzadas y complicadas, no solo de escasas páginas o fácil comprensión, por lo que deben prepararse para resistir aquellas lecturas desde antes; de lo contrario, la meritocracia social y la competencia descarnada en los ámbitos laborales, los ubicará en el limbo de la mediocridad.
Como se decía antes, sin embargo, es posible mejorar la comprensión lectora con perseverancia y determinación, como si se entrenara en el gimnasio para mejorar la condición física, que en este caso será mental, o como para participar en una maratón de largo aliento, hasta llegar, en ambos casos, al triunfo final.