El feminismo ideológico es enemigo de la mujer

Director Instituto Peruano de Psicología Política
Un día en el cual se debería reconocer la valiosa participación de la mujer en el desarrollo de la sociedad se convirtió en muchos lugares, en un aquelarre grotesco y violento cuyas consignas parecían una renuncia amarga a la feminidad en nombre de un feminismo que cada día se aleja más de las mujeres, para convertirse en un dogma de odio y estupidez.
El feminismo, en su primera versión, luchaba por la igualdad de oportunidades de trabajo, de oportunidad en la educación pública, así como la igualdad en el derecho al voto, etc. Esa fue una conquista de los derechos humanos, en clave cristiana, que son los verdaderos, porque solamente nuestra civilización occidental ha podido traducir en la realidad lo que es esencia del cristianismo. Sin embargo, con el tiempo, ese feminismo que dice defender a la mujer pero que, en sus postulados defiende, al mismo tiempo, el aborto (Margerite Sanger, Simone de Beauvoir, etc.), fue mutando hasta convertirse en una herramienta política e ideológica que, en nombre de la mujer, por el contrario, va destruyéndola rápida pero sigilosamente.
Sara Huff , es una escritora que publicó hace unos años un libro que casi no se vio en librerías peruanas (menos huanuqueñas), así, con el provocador título: «Como fabricar una feminista» daba cuenta de cómo se inyecta este virus mental y se la reviste de moralidad post moderna (ella lo sabe bien, pues de joven fue una de las fundadoras de FEMEN, una de las facciones feministas más radicales y violentas) pero en la práctica no pasa de ser un método para adoctrinar y formar activistas y militantes, para lo cual primero debe destruir la naturaleza femenina.
Ese feminismo que surgió con una primera ola de reivindicaciones fue secuestrado por la política e intoxicada de ideología, de una ideología perversa»
Dicen Huff, que la «La naturaleza de la mujer es la que ha nacido con ella» por lo tanto es fisiológica, hormonal; haciéndola más inclinada a ciertos tipos de acciones y de deseos, como la maternidad, el amor, la belleza, el cuidado, la creación. Todas esas inclinaciones son más femeninas que masculinas, y son naturales, no sociales. Sin embargo, el feminismo quiere convencer a la mujer que estas inclinaciones son malas y que, si opta por amar, por cuidar, por embellecer, por multiplicar, sigue un camino de infelicidad, de destrucción, de esclavitud.
Este feminismo convence a las chicas que las cosas dañinas para las mujeres en realidad son buenas. Les convence que el sexo casual, la anticoncepción, el aborto, el divorcio, son cosas buenas. La mujer que sigue el camino del feminismo en realidad nunca va a conseguir la felicidad, por eso se puede percibir una carga de amargura y de violencia en cada marcha europea del 8M.
Es que ese feminismo que surgió con una primera ola de reivindicaciones fue secuestrado por la política e intoxicada de ideología, de una ideología perversa que persigue a través de la confrontación, un escenario de caos donde construir los nuevos aparatos de poder y control, construyendo un enemigo, «el patriarcado» y desarrollando sutiles herramientas políticas que se han ido insertando en los marcos normativos y teóricos, de los cuales el generismo es una de las más expandidas, llegando a influir poderosamente en la educación de las nuevas generaciones; a veces de maneras tan ridículas como la creación de asignaturas como las «matemáticas socioemocionales con perspectiva de género», recientemente creada con la nueva ley educativa en España.
Otra de las terribles consecuencias que han llegado con este feminismo ideológico (woke) es la victimización de la mujer, destruyendo psicológicamente su capacidad resiliente para enfrentar los problemas que se presenten y desarrollar sentido autocritico y transformador. En ese sentido el feminismo se erige así mismo como una entelequia moral totalitaria y elitista, donde las pobres mujeres deben desprenderse de sus propias capacidades y libertad para someterse a la ideología y el activismo que despliegan, llegando a denigrar y atacar a las mujeres que piensen diferente. En conclusión, el feminismo es un fraude peligroso, engañoso y enemigo de la mujer y su esencia natural.