El Perú nos demanda unidad y la política honestidad

Director Instituto Peruano de Psicología Política
Mientras redactaba esta columna, los resultados electorales estaban en la recta final de un infartante conteo, donde los votos rurales y los votos del extranjero se disputan la mayor sumatoria; además una acumulación de más de 1200 actas en el Jurado Nacional de Elecciones, la mayoría de Lima y a la espera de ser validadas. Es decir, aún manteniendo en ascuas al país.
La política es la guerra; y como toda guerra se libra en varios frentes, se avanza, se gana posiciones, se defienden trincheras y se conforman alianzas y se diseñan estrategias; el engaño es la más antigua de ellas y en gran medida puede ser determinante para el desenlace de estas. En nuestra política y en nuestra historia peruana el engaño ha sido constante, así como en los distintos momentos por los cuales ha pasado la humanidad. Desde el mito bíblico, donde la serpiente engaña a Eva y Caín lleva con engaños a su hermano para matarlo; hasta la caída del imperio inca tras el engaño de Pizarro a Atahualpa y el complot de este con los enemigos del incario; como colonia y virreinato después y como república independiente ahora, donde las promesas de campaña terminan en el tacho del olvido y la frustración. Pero, ¿qué hace del engaño algo tan efectivo y eficaz?
La mentira como estrategia no opera en el rival político; sino en la ciudadanía, pues los contendientes necesitan nuestros votos»
La disposición del éxito fácil, del regalo, de la música mágica, que como canto de sirena adormece la razón y sus alertas; la confianza desmedida y la tentación de una ventaja que suele presentarse como la miel a los niños. Pueden ser algunas razones y muestran la vulnerabilidad de la condición humana a las mentiras; no somos tan malos ni paranoicos para ir desconfiando de todos; pero oigan, del poder y de quienes aspiran al poder hay que desconfiar siempre. Esa es la única regla que impone el código de supervivencia civil. Esta desconfianza no es rechazo ni aversión a la política o al político; es asumir una relación cuyo contrato de confianza se firme en todo momento y donde las clausulas estén claramente definidas sobre hechos concretos y objetivos que puedan ser evaluados, no sobre generalidades líricas.
La principal estrategia política de esta campaña ha sido el engaño, por eso le dedico una reflexión enfática, han circulado por redes sociales, por medios de comunicación, de boca a boca, en los mercados y en los taxis con la velocidad de la curiosidad o la inocencia de quienes están dispuestos a prestarle oídos. Y es que en la post modernidad que vivimos, la realidad es un proceso construido, la verdad deja de existir para convertirse en aquello que más robustamente se presenta en el lenguaje. Algo que sigue vigente es esa magistral receta de Goebbels: “miente, miente; que algo queda”. Y en este escenario las mentiras han venido de ambos lados y no ha sido exclusividad de nadie. ¿Cómo las podemos reconocer?
Buscando la fuente, la raíz, el hilo de la madeja, como reza el dicho popular. Por ejemplo: ¿Es el sistema económico el causante de que los hospitales no hayan tenido personal, equipos, camas, oxigeno? Se ha repetido tanto esto que a golpe de incidencia lo tomamos como verdad; cuando lo real es que si los hospitales carecen de esto, es una completa responsabilidad del Estado y de los gobiernos que no han implementado y comprado los equipos necesarios, pese a que se cuenta con los recursos. Una completa mentira.
O cuando, se repite que la salud debe ser un derecho contemplado en la Constitución para que pueda ser atendido con urgencia; algo que resulta siendo el encubrimiento de una realidad ya dada; pues el articulo 7 de la Constitución sobre los derechos sociales dice claramente: “Todos tienen derecho a la protección de su salud, la del medio familiar y la de la comunidad, así como el deber de contribuir a su promoción y defensa. La persona incapacitada para velar por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto de su dignidad y a un régimen legal de protección, atención, readaptación y seguridad” Otra mentira en ciernes.
La mentira como estrategia no opera en el rival político; sino en la ciudadanía, pues los contendientes necesitan nuestros votos. Eso no debemos olvidarlo.
Volviendo al inicio, nuestra democracia, que fue el primer escenario de guerra nos dará un presidente y eso hay que respetarlo. Y como diría Churchill; ese británico legendario que le plantó cara a Hitler: “En la guerra, resolución; en la derrota, desafío; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad». El Perú nos demanda unidad.