Impuesto a las bolsas de plástico, un intento sin éxito

Docente Fac. de Ciencias Contables y Financieras – Unheval
La crisis ambiental derivada del uso desmedido de plásticos es uno de los desafíos más urgentes que enfrentamos como sociedad. En un intento por mitigar este problema, el Estado peruano implementó en 2019 un impuesto progresivo a las bolsas de plástico con la esperanza de reducir su consumo y fomentar un cambio de comportamiento en la ciudadanía. Sin embargo, a pesar de que esta medida lleva varios años en marcha los resultados han sido decepcionantes. Lejos de disminuir, el uso de plásticos sigue en aumento, lo que indica que el impuesto no ha generado el impacto esperado. Esto plantea una pregunta crucial: ¿por qué no ha funcionado esta estrategia y qué se puede hacer para abordar de manera más efectiva esta problemática ambiental?
IMPACTO INSUFICIENTE DEL IMPUESTO
Uno de los principales factores que explican la falta de éxito de este impuesto es su escasa capacidad para generar un cambio real en los hábitos de consumo. Actualmente, el impuesto se traduce en un costo adicional de S/ 0.50 por cada 100 bolsas, lo que equivale a un aumento de apenas S/ 0.04 por bolsa. Para la mayoría de los consumidores, este monto es tan bajo que no tiene un efecto disuasorio significativo. Las personas siguen comprando bolsas de plástico como si el impuesto no existiera, y esto evidencia que el costo económico de su uso es prácticamente imperceptible.
Además, en un contexto económico en el que muchos ciudadanos priorizan la inmediatez y la conveniencia sobre el impacto ambiental, el pequeño aumento en el precio de las bolsas no logra modificar sus decisiones de compra. Este fenómeno es especialmente visible en los sectores de menor ingreso, donde el acceso a alternativas sostenibles, como las bolsas reutilizables, es limitado o percibido como más costoso a corto plazo. Como resultado, el impuesto no ha logrado el cambio esperado en el comportamiento de los consumidores, y las bolsas de plástico siguen formando parte de la vida cotidiana de millones de personas.
AUMENTO GLOBAL DEL CONSUMO
El problema no se limita solo a Perú; a nivel global, la producción de plásticos ha experimentado un crecimiento desmedido en las últimas décadas. Se estima que cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico en todo el mundo, y Perú no es la excepción. En nuestro país, se fabrican alrededor de un millón de toneladas de plástico anualmente. Lo más preocupante es que solo un tercio de estos residuos son adecuadamente gestionados, mientras que una cantidad mínima, apenas el 3.3%, es reciclada.
El resto de los desechos plásticos termina en botaderos informales, ríos, lagos y, finalmente, en los océanos, donde generan un impacto ambiental devastador. La fauna marina es una de las principales víctimas de este fenómeno: tortugas, aves y peces quedan atrapados en los plásticos o ingieren fragmentos de ellos, lo que les provoca daños irreversibles e incluso la muerte. A largo plazo, los microplásticos ingresan en la cadena alimentaria humana, lo que también representa un riesgo para la salud pública.
CUESTIÓN CULTURAL
Si bien el impuesto al plástico ha sido una medida necesaria, el verdadero reto radica en modificar una cultura profundamente arraigada en el consumo masivo y desechable. En nuestra sociedad, la facilidad y el bajo costo de los productos plásticos han fomentado la adopción de hábitos de consumo desmedido. La “cultura del usar y tirar” se ha instalado como una norma, lo que complica cualquier intento de reducir el uso de estos materiales sin generar resistencia entre los consumidores.
Cambiar este comportamiento no es sencillo. En países como Bélgica, el costo de las bolsas de plástico en los supermercados puede alcanzar los € 0.50 (casi S/ 2.00), lo que realmente lleva a los consumidores a pensar dos veces antes de utilizarlas. En mi experiencia personal, recuerdo un incidente ocurrido hace aproximadamente seis años en la pequeña ciudad de Huy, Bruselas. Mientras hacía compras en un supermercado, me sorprendió que me quisieran cobrar esa cantidad por una sola bolsa de plástico. Ante este alto costo, decidí rechazarla y buscar alternativas, lo que demuestra que un precio elevado puede generar un cambio de actitud. Sin embargo, en Perú, donde el impuesto es tan bajo, el impacto es prácticamente nulo.
SENSIBILIZACIÓN Y MEDIDAS DRÁSTICAS
Ante la insuficiencia del impuesto actual, resulta urgente considerar alternativas más efectivas que promuevan un verdadero cambio cultural. Una de las principales estrategias es la sensibilización desde etapas tempranas de la vida, comenzando por la educación inicial y primaria. Los niños y jóvenes son más receptivos al aprendizaje sobre temas ambientales, y es esencial inculcar en ellos la importancia de cuidar el planeta desde una edad temprana. Si logramos que los estudiantes comprendan el impacto negativo del plástico en el medio ambiente, estos podrían convertirse en agentes de cambio en sus hogares y comunidades.
Este esfuerzo debe ser acompañado por políticas públicas que involucren a las principales instituciones educativas del país, como el Ministerio de Educación y el Ministerio del Medio Ambiente, junto a otros organismos clave. Mediante la implementación de programas educativos enfocados en el cuidado del medio ambiente, se podría fomentar una nueva generación de consumidores responsables.
Además de la sensibilización, es imprescindible revisar y aumentar el costo del impuesto sobre las bolsas de plástico. Para que esta medida tenga un verdadero impacto, el incremento debe ser significativo, al punto de que los consumidores sientan el peso económico de seguir utilizando plástico. Un costo elevado podría desincentivar su compra y fomentar el uso de alternativas sostenibles, como las bolsas reutilizables, que no solo son más ecológicas, sino que también pueden generar un ahorro a largo plazo.
INTENTOS DE CAMBIO
En algunos supermercados y cadenas de farmacias ya se ha empezado a vender bolsas biodegradables, lo que representa un avance positivo. Sin embargo, la verdadera batalla está en los sectores informales y pequeñas empresas, que continúan distribuyendo bolsas plásticas en cantidades desmedidas. Incluso los vendedores ambulantes de comida, por ejemplo, suelen utilizar bolsas para servir alimentos en lugar de platos, simplemente porque el costo por 100 unidades sigue siendo irrisorio.
El camino hacia una sociedad más sostenible es largo, pero no imposible. El cambio está en nuestras manos, y solo mediante esfuerzos conjuntos entre el Estado, las instituciones educativas y la sociedad civil podremos lograr una verdadera transformación en nuestra cultura de consumo. El tiempo para actuar es ahora, si queremos garantizar un futuro en el que nuestros hijos puedan disfrutar de un planeta limpio y habitable.