La fraternidad y la amistad social
Edgardo Espinoza A.
Una hermosa carta del papa Francisco publicada el 03 de octubre de 2020 es una provocación a la fraternidad y a la amistad social. Dos caminos indicados por el papa Francisco para construir un mundo mejor solidario y pacífico. Naturalmente se cultiva el valor del amor que va mas allá de la geografía y el espacio territorial, ¿pero dónde encuentra el papa esta inspiración? Pues está en los sermones de San Francisco de Asís quien propuso una forma de vida con sabor a evangelio para que sus hermanos y hermanas de la orden lo vivieran. Sería bueno hacer otra pregunta pero ¿dónde practicar la amistad social? En las palabras del papa esta se debe vivir y practicar en la vida cotidiana, en la vida social, en la política, en las instituciones, etc. porque casi somos extraños en el trato diario con los demás.
El papa sueña con una sociedad fraterna en las que descarta la «cultura del muro» y en cambio se debe fomentar a construir puentes para la unión, para la edificación, para la amistad, etc. ya que todos somos hijos de Dios que estamos en una sola barca y por tanto necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado y viviendo en la sociedad red sólo podemos salvarnos juntos.
«Todos estamos llamados, al igual que el buen samaritano, a estar cerca del otro, superando prejuicios, interese personales, barreras históricas o culturales»
Hay un presagio luminoso y esperanzador cuando el papa habla del buen samaritano. Pero antes de seguir adelante, quien pone el adjetivo calificativo de bueno en ese hombre extraño procedente de Samaria es el mismo Jesús. Después de relatar a sus interlocutores sobre la escena hace una pregunta: ¿Quién se portó como prójimo? La respuesta al unísono dice el samaritano. Es así que este hombre marginado por la ley vuelve a su casa y a su región con el título concedido por Jesús de «buen samaritano». Quién sabe si ese hombre era religioso o un filántropo, pero de hecho se ganó el título, desde ese entonces las gentes de buen hablar y los encumbrados en las letras no han dejado de mencionar aquel episodio. A eso llama el papa un extraño en el camino. Esta figura cae muy bien a una sociedad enferma y corrupta como la nuestra que vive de espaldas al dolor y es insensible frente al cuidado de los débiles y frágiles. tal como lo estamos viendo hoy en día.
Todos estamos llamados, al igual que el buen samaritano, a estar cerca del otro, superando prejuicios, interese personales, barreras históricas o culturales.
Todos, de hecho, somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo y —como dirá el papa— el amor construye puentes y estamos hechos para el amor.
La estatura espiritual de la vida humana está definida por el amor que es siempre «lo primero» y nos lleva a buscar lo mejor para la vida de los demás, lejos de todo egoísmo.
De hecho, esta emergencia sanitaria nos está enseñando a vivir. Así, por lo menos, con los mensajes a través del Facebook del WhatsApp y en todas las redes sociales siempre se encuentra la mano amiga o un mensaje oportuno de un familiar o un amigo o simplemente preguntan cómo está uno o el otro. Las llamadas siempre terminan, por lo menos, en un sosiego.
Así la amistad debe ser irrenunciable y se debe fomentar la amistad social porque cada uno vive un mundo diferente y un saludo fraterno puede ser hasta una alquimia del alma y se puede ver el rostro del prójimo, al menos, sereno.
Necesitamos ser buenos samaritanos cada uno de nosotros en nuestro mismo ambiente