¿Las elecciones generales traerán representantes políticos de verdad?

Hemos entrado a dos líneas de tiempo paralelas: la electoral y la del despertar ciudadano nacional. En ambas, el Sur peruano emerge como epicentro de transformación. Las actuales protestas en Lima y el Norte que en marzo derribaron a un ministro «blindado» y en abril modificaron la agenda congresal, no surgieron de la nada. Fueron precedidas por las masivas movilizaciones ciudadanas en Apurímac, Ayacucho, Puno, Cusco, Huancavelica, Arequipa e Ica entre diciembre 2022 y marzo 2023, que, a pesar de haber sido criminalmente reprimidas, han mantenido su actitud de rechazo al régimen con manifestaciones artísticas y culturales permanentes.
Simultáneamente, nos encontramos ya con elecciones generales convocadas el 26 de marzo de 2025, mediante Decreto Supremo n° 39-2025-PCM para que el sufragio en primera vuelta sea el 12 de abril de 2026, lo que abre un nuevo ciclo electoral en medio de la turbulencia política.
El «no me representa» se ha convertido en expresión nacional, y el dato es contundente: el 98% de peruanos no se siente representado por un Congreso elegido hace apenas cuatro años»
En esos marcos, podemos apreciar en el sur movimientos de campañas electorales de figuras establecidas como Rafael López Aliaga, alcalde de Lima, recientemente en Arequipa con su partido Renovación Popular. También veteranos sociales recién retornados a la política partidaria, como Alfonso López Chau dialogando con universitarios puneños desde su plataforma Ahora Nación. Y la novedad de un lanzamiento en la comunidad aymara Ancasaya en Ilave, Puno, donde hemos visto al profesor Vicente Alanoca Arocutipa lanzando su precandidatura presidencial, en las elecciones internas de su partido político Nuevo Perú por el Buen Vivir. Este gesto aborda directamente uno de los principales problemas del sistema político peruano: su déficit de calidad en la representación política
Esta carencia de representación explica la ausencia de liderazgos visibles en todas las movilizaciones recientes, desde las que derrocaron a Merino en 2020 hasta las actuales. El «no me representa» se ha convertido en expresión nacional, y el dato es contundente: el 98% de peruanos no se siente representado por un Congreso elegido hace apenas cuatro años.
Esto se mantendrá con personajes que se presentan a sí mismos con mensajes que sus seguidores tendrán que seguir. Pero cambiará con actores políticos que asuman con humildad los encargos que recojan desde comunidades reales, como los de la comunidad campesina aymara Ancasaya. Sólo así trascenderán hacia la calidad de verdaderos representantes políticos. Y cuando este fenómeno emerge desde el Sur, precursor de la movilización social, desde departamentos como Puno, la esperanza en un buen vivir para nuestro Perú empieza a hacerse tangible.