Llover sobre mojado, y el desastre anunciado

Germán Vargas Farías

Mientras Dina Boluarte se preocupa por cómo seguir ejerciendo la Presidencia de la República de manera remota cuando quiera salir del país, millones de otras personas se preocupan por cómo sobrevivir a tantos desastres sobrevenidos. Uno de ellos, y quizás el mayor, su gobierno.

Esta vez me referiré a Piura, la región donde nací y reside la mayor parte de mi familia.

Ya usted lo sabe porque fue noticia principal durante algunos días, incluso semanas, de marzo. Los medios reportaron la ocurrencia de fuertes lluvias en varios distritos y provincias, mostraban los grandes anegos provocados por las precipitaciones pluviales, y el centro histórico de Piura volvió a exhibir las inmensas piscinas que se formaban en sus céntricas calles. Una ciudad tan calurosa las habría apreciado, si no fuera porque lo mismo ocurría, causando estragos, en mercados, centros de salud e instituciones educativas. Decenas de colegios dañados, hospitales como el Santa Rosa con varios de sus ambientes afectados, y casas anegadas con techos inútiles y muchos de sus muebles destrozados.

Mis hermanas, que, en otras circunstancias me habrían preguntado si tenía planes de visitarles, ahora me recomendaban que no viajara, “porque Piura está feo, hace un calor espantoso, y da mucha pena verlo”.

Con temperaturas superiores a los 30° C, calles polvorientas, y una plaga insoportable de moscas y zancudos, ninguna agencia de viajes que quiera cuidar a sus clientes recomendaría viajar a Piura. Los riesgos de infecciones, cuadros respiratorios y cuadros dérmicos son altos, y el dengue una amenaza mayor. Hasta el 10 de mayo, el Minsa había registrado 36 mil 307 casos confirmados en el país, y Piura, con un total de 20 mil 244 casos, es la región con más contagios.

Desde hace más de veinte años se sabe que el dengue es endémico en la región Piura, pero como en el caso de las fuertes lluvias y consecuentes inundaciones, se hace poco para prevenir o mitigar sus efectos.

Desde el 2017, luego del terrible impacto del fenómeno de El Niño costero, se emprendieron algunas obras que, o no se concluyeron o han resultado inútiles frente a lo recientemente acontecido. Una vez más, se evidencia la inoperancia de las autoridades locales y nacionales, y no son pocos los indicios de corrupción.

Si hay gente que sabe lo que es llover sobre mojado, esa es la de Piura. Todos los especialistas están advirtiendo de las altas probabilidades de un fenómeno de El Niño para los próximos meses. Se dice, además, que será de fuerte intensidad. Es decir, estamos más que avisados, lo que sorprende es la escasa reacción de las autoridades, pero también de la población y sus organizaciones. Hay una suerte de resignación generalizada, casi como si el desastre fuera inevitable.

Así como, respecto a la crisis política, no habrá salida democrática posible si no nos involucramos en los procesos de cambios y reforma del país; nuestra vulnerabilidad a los desastres se incrementará si no participamos en los procesos de prevención y reconstrucción, con propuestas y vigilando.

Piura, y prácticamente todas las regiones del país están expuestas a desastres. Hay que persistir en el reclamo al Estado, pero también demandar la participación de instituciones que no pueden estar al margen de estos procesos. Estamos acostumbrados a ver la participación de las iglesias en contextos de emergencia, pero no de las universidades y colegios profesionales, por citar solo dos. ¿Acaso no les incumbe?, ¿no tienen nada que aportar? La desidia, la falta de compromiso y, en estos casos, la resignación, pueden empeorar las catástrofes.

     
 

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