Los conflictos como alimento de poder

Ps. Richard Borja
Director Instituto Peruano de Psicología Política

Castillo y su gobierno están incendiando el país, y no parece una exageración. El sábado último, mientras el ministro del interior desacataba sus propias directivas y junto a sus allegados parecía celebrar algo; el campamento minero de Apumayo en Ayacucho ardía, y en Aquia las protestas de los comuneros llevaban a que la minera Antamina suspenda sus operaciones en Ancash; y como si eso fuera poco, anoche quemaron la maquinaria de la empresa caña brava en Piura.

¿Esto es espontaneo y circunstancial? Parece una pregunta válida en medio de una crisis política que empieza a mostrarse tan cruda y cruenta como suelen ser las crisis. Por ahora no hay evidencia que permita afirmar que estos actos de violencia respondan a una articulación coordinada de fuerzas sociales cercanas al gobierno, pero si hay espacio para la sospecha en la real politik de que esto sea así. ¿Por qué?

El gobierno de Castillo ha iniciado una marcha sin retorno que lo lleva a definir su objetivo estratégico de supervivencia con el cierre del Congreso; para lo cual necesita urgentemente recuperar la confianza de sus bases sociales en las provincias; las que según última encuesta del IEP su aprobación ha bajado al 35%, en el mes de octubre, siendo este bajón más sensible en las zonas rurales. Esto obviamente, es muy grave para el triunvirato de izquierdas que está en el gobierno; pues saben que, si pierden el apoyo popular, la vacancia presidencial está a un paso. Por eso, el doble discurso y lo que parecen torpezas en las declaraciones de Castillo es una desesperada estrategia por hacer creer al público en Lima y el extranjero que son moderados; y golpearse el pecho y levantar el puño en las provincias, reafirmando su radicalidad para desconectarse de sus bases naturales.

El gobierno de Castillo ha iniciado una marcha sin retorno que lo lleva a definir su objetivo estratégico de supervivencia con el cierre del Congreso»

Para decirlo de otro modo, Castillo necesita conflicto social para volver a acumular fuerza, para recomponerse como figura relevante y superar la imagen debilitada y pusilánime que en sus casi 100 días al frente del Estado viene demostrando. En el formato narrativo Castillo debe rehacer su papel arquetípico y encontrar sus grandes enemigos, en este caso, las siempre odiadas mineras. Visto ello, resulta descabellado pensar que en las siguientes semanas tendremos más conflictividad y ataques a empresas extractivas, como para alentar y enervar a las bases que por ahora miran con desconfianza lo que advierten como una caviarización y abandono de las propuestas iniciales.  Que Castillo recupere esa confianza es vital para su supervivencia.

Ahora, más allá de la necesidad vital del gobierno, es importante advertir que lo acontecido en Ayacucho es totalmente condenable y peligroso pues de no ser asumido así, se estará normalizando la violencia como medio de acción política y renegando de la democracia y el diálogo como forma de resolver las controversias y las diferencias, es aceptar que las peores formas de acción política se conviertan en la expresión política normalizada de un país que necesita con urgencia procurarse puntos mínimos de entendimiento que no nos lleven a incendiar nuestro futuro inmediato y convertirnos en un país de cenizas, donde los pequeños egos se afanen por reinar en ellas. No es ese el futuro ni el camino que se merecen recorrer las nuevas generaciones; ellas esperan de nosotros, responsabilidad, liderazgo, y altura moral para superponer los intereses del país y de su gente, por encima de los mezquinos apetitos de poder.

El gobierno de Castillo es un escuadrón beligerante que puede variar sus formas y modular sus voces, pero es consciente de que ese malabarismo retorico y semiótico no le va a durar mucho tiempo, no le duró a Vizcarra, que es mucho más ladino y hábil que Castillo y por eso, debe iniciar cuanto antes la recuperación del apoyo popular, para eso ya tiene un plan millonario de asistencialismo mediante bonos directos, y gasto social; para lo cual ya la maquinaria partidista, sindicalista, social y mediática se viene engrasando. Mientras el presidente viene alistando sus fuegos artificiales en palacio, con la irresponsable actitud de quien juega con fuego, en medio de un polvorín.

     
 

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