Mensajes de esperanza y humanidad

Germán Vargas Farías

El domingo 28 de julio, casi al momento que en la Catedral de Lima se celebraba la Misa y el Te Deum  que tradicionalmente abre el programa oficial de Fiestas Patrias, en el Paseo de los Héroes Navales, frente al Palacio de Justicia, se realizaba la liturgia organizada por la Organización Nacional de Familiares de los Asesinados y Víctimas de las Masacres 2022-2023.

A la misa en la Catedral asistían la presidenta Dina Boluarte, sus ministros, congresistas, y autoridades de las principales instituciones del Estado, y al culto en la primera cuadra del Paseo de la República, se reunían familiares de las víctimas de la represión perpetrada por el gobierno de Dina Boluarte, integrantes del colectivo Evangélicos presente, y ciudadanos de varias otras organizaciones sociales.

En la Catedral, el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo, dice en su homilía que no construimos una realidad democrática que incluya a todas y todos los peruanos, y recordaba a María Elena Moyano diciendo a las mujeres de las ollas comunes que «ellas fortalecen la democracia», porque se unen para lograr superar el hambre de sus hijos.

En la plaza cercana al monumento a Miguel Grau, al aire libre, Raúl Samillán, hermano de Marco Antonio, voluntario de las brigadas médicas asesinado en Juliaca cuando auxiliaba a una persona herida, dice en su testimonio que después de todo lo malo que les ha tocado vivir, al habérseles arrebatado a sus seres queridos, lograron unirse y reconocer la solidaridad.

Mientras monseñor Castillo dice a las autoridades que la indiferencia frente al otro es un problema espiritual y que debemos superarlo rastreando entre nosotros a Dios que se revela en el corazón de la historia, para encontrar la verdadera paz; en la calle, a varias cuadras de allí, Raúl Samillán, también presidente de la «Asociación de Mártires y Víctimas del 9 de enero», agradece a los miles de personas que les han acompañado hasta ahora en su lucha, porque gracias a esa solidaridad tienen la esperanza de poder alcanzar justicia, y será la justicia la que les devolverá la paz.

El arzobispo de Lima dice en la Catedral que somos formados en una lógica de apariencias y prejuicios que no permite atender a la gente y recuerda que Jesús mira a la gente y quiere que entendamos su sufrimiento acercándonos a ella; Raúl Samillán cuenta en el centro de Lima que los familiares de las víctimas cargan con un intenso dolor todos los días, y declara que Dios les ha regalado muchas otras personas en sus vidas, que les acompañan y no los dejan solos.

Escenarios y protagonistas distintos, pero con discursos de fe que, al no soslayar la denuncia de las injusticias y la corrupción, afirman la justicia y la esperanza

Acoger y reconocer a la gente es la clave, promover el bien común haciendo buen uso de las instituciones para afianzar el estado democrático y mejorar el servicio a la gente.

Para lograrlo es necesario persistir, y Raúl Samillán desde su experiencia manifiesta que debe hacerse en unidad, apoyándonos unos a otros, y transmitiendo mensajes de solidaridad, o de humanidad.

     
 

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