Sálvese quien pueda

Teresa Chara de los Rios

Transparencia Internacional (TI) presenta en un informe los resultados de una encuesta en 18 países de América Latina y el Caribe, en el que se indica que 1 de cada 5 personas que tuvo contacto con algún servicio de una institución pública pagó algún tipo de soborno.

Por ejemplo de las personas que tuvieron contacto con algún servicio público en el último año (2019), pagaron soborno: 24 % con la policía, 19 % con administraciones de servicios públicos, 15 % por documentos de identidad, 12 % en escuelas públicas, 11 % en los Tribunales y 10 % en Hospitales públicos.

Las edades de las personas que más pagaron sobornos son entre 18 y 34 años de edad (26 %) y los que menos pagaron fueron los mayores de 55 años (11 %). Esto no significa que las personas más jóvenes sean proclives a caer en actos de corrupción, sino que son las que más hacen gestiones en las entidades públicas, mientras los mayores de 55 años probablemente deleguen las gestiones a los más jóvenes o ya estén jubilados.

Las razones por las que pagaron soborno fueron: Porque les pidieron pagar (33 %), por conveniencia (21 %), no les pidieron dinero pero esperaban un pago extraoficial (20 %), no les pidieron pero querían expresar agradecimiento (16 %), quizás este porcentaje sea mucho mayor por una cuestión cultural que tenemos mentalizada como deberle un favor a algún trabajador público que nos prestó un servicio, cuando lo único que éste hizo fue cumplir con su trabajo.

Existen acuerdos importantes en el documento de lucha contra la corrupción como el Compromiso de Lima «Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción», en el que se ratifica la obligación de los países integrantes, dentro de ellos el Perú, de cumplir los compromisos en materia de lucha contra la corrupción, así como los acuerdos en la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (CNUCC) y la Convención Interamericana contra la Corrupción (CICC), además que se debe implementar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030.

En el Compromiso de Lima, nuestro país se comprometió «a garantizar la transparencia e igualdad de oportunidades en los procesos de selección de servidores públicos, basados en criterios objetivos como el mérito, la equidad y la aptitud.» En la práctica esto no se cumple. Podemos observar que en la convocatoria para cubrir plazas vacantes, se diseñan las bases siguiendo el perfil de quien previamente han concertado sea el ganador. Aquí no hay avances.

Otro de los compromisos es «promover códigos de conducta para los servidores públicos que contengan altos estándares de ética, probidad, integridad y transparencia, tomando como referencia los “Lineamientos para la Gestión de Políticas de Integridad en las Administraciones Públicas de las Américas», e instar al sector privado a desarrollar códigos de conducta similares». Esto significa que las instituciones del Estado y las empresas del sector privado deberían desarrollar códigos de conducta y actuación de prevención y combate de la corrupción.

¿Cuánto hemos avanzado? Casi nada. Recordemos que estamos en un sistema de libre mercado, donde las empresas compiten entre ellas en precios y condiciones. No hay restricciones. Son también las empresas que prestan servicios y ofertan sus productos a las instituciones del Estado, quienes han comprendido que deben acogerse a las condiciones que les propongan debajo de la mesa, porque saben que si no aceptan estas reglas de juego extra convocatoria, otra de las empresas competidoras ganará el proceso de selección. Nada justifica actos de corrupción. Sin embargo, no todo es ganancia, dependerá de cada uno de ellos si acepta o no esas reglas de juego.

Actualmente nuestro país está en crisis sanitaria, pero la crisis sanitaria que nos agobia pasará con la llegada de las vacunas. Los otros males que nos agobian son la inseguridad ciudadana y la corrupción que se seguirá quedando con nosotros porque para estos dos males, no hay vacuna que nos pueda salvar.

Sin embargo hay una solución salvadora y eso está en cada uno de nosotros, se llama honestidad.

     
 

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