Más bolardos, más improvisación
Ni el alcalde ni su equipo gerencial parecen haber advertido que los bolardos no son la solución integral al problema del congestionamiento vehicular en el casco urbano; sino la puerta de otros problemas que pueden tener peores efectos que el que se pretende resolver.
Dice la Ley Orgánica de Municipalidades que «los gobiernos locales (…) promueven la adecuada prestación de los servicios públicos locales y el desarrollo integral, sostenible y armónico de su circunscripción».
No es sostenible ni armónico colocar bolardos con cadenas afectando el funcionamiento de establecimientos comerciales so pretexto de hacer más fluido el tránsito vehicular en el centro de la ciudad.
La administración de «Toño» Jara ha apelado a una «acción» simplista, pero en detrimento de empresarios y comerciantes que no solo generan puestos de trabajo y dinamizan la economía local, sino que también tributan a la Municipalidad para que esta pueda financiar algunos de los servicios que brinda.
Si las ventas de ese negocio caen, el empresario no podrá cumplir con sus obligaciones tributarias. ¿Qué hará entonces la administración municipal?
El capricho no puede orientar la decisión de la autoridad edil. Deben ser la sapiencia y la experiencia volcada en un documento técnico orientador de las acciones, que señale los impactos positivos y negativos de estas. Lo demás es improvisación, arbitrariedad.