De la empatía a la compasión racional
La empatía es una palabra recurrente en el discurso y narrativas cotidianas; pues se apela a ella, para dejar constancia de las preocupaciones y sensibilidad que caracterizan este tiempo, donde hemos pasado se ser (casi imperceptiblemente), de seres pensantes a seres sintientes. Sin embargo, cabe preguntarse ¿Es la empatía tan positiva y necesaria, como nos hacen creer?
Generalmente, se concibe a la empatía, como la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y entender sus sentimientos, pensamientos y experiencias desde su propia perspectiva. Dentro de la psicología, tiene a Carl Rogers y Heinz Kohut, como sus principales precursores, quienes la incorporaron como un elemento central en los procesos terapéuticos a mediados del siglo XX. Sin embargo, su uso como concepto social, asumida como una virtud o habilidad relevante para la convivencia y la relación con los demás, ha cobrado valor en las últimas décadas, de la mano de las habilidades sociales y la inteligencia emocional, para ser lo que es hoy, una habilidad social ampliamente aceptada y necesaria para tener éxito personal.
Nadar contra la corriente equivale a pararse bajo un aluvión y tratar de detenerlo con la fuerza de los brazos y las manos; literalmente, una cuestión suicida; más aún, si tomamos en cuenta la gran inquisición en que se ha convertido la opinión pública, dominada por lo políticamente correcto. Sin embargo; hay quienes, en coherencia con sus ideas y mediante argumentos sólidos, se han atrevido a cuestionar lo que tiene sello de «incuestionable», por ejemplo, la empatía y su utilidad para el bienestar de la sociedad. Lista en la que me apunto y de la cual comparto dos ejemplos.
Paul Bloom, un psicólogo de la Universidad de Yale, escribió «Contra la Empatía» (2016), un vigoroso libro en el cual sustenta que la empatía es una habilidad limitada y superficial, pues realmente no tenemos la capacidad de sentir lo que los demás sienten; siendo susceptibles de que nuestra empatía esté influida por nuestros sesgos y prejuicios. Asimismo, indica que la empatía puede ser manipulada, como suele ocurrir en los procesos electorales y la publicidad, donde los políticos apelan a las emociones y sentimientos para conseguir un voto, pero no tienen la verdadera intención de apoyar a la población. Por eso, Bloom afirma que la empatía puede llegar a ser perjudicial, pues también puede utilizarse para justificar la violencia contra quienes no son el objeto/sujeto de nuestra empatía.
Finalmente, Bloom concluye que, si bien la empatía puede ser una habilidad valiosa, en muchas situaciones puede ser limitada, manipulada y perjudicial, proponiendo en su lugar la «compasión racional», dado que esta se refiere a la capacidad de sentir compasión por los demás de manera racional y reflexiva, en lugar de actuar como resorte meramente emocional. Según Bloom, la compasión racional implica considerar las necesidades e intereses de los demás de manera objetiva y desapasionada, en lugar de sólo identificarse con sus emociones, reduciéndose los sesgos y prejuicios de la empatía, siendo más precisa y efectiva al momento de ayudar a los demás. Por si fuera poco, también reduce el agotamiento emocional y el estrés que surgen de la empatía emocional intensa que se refleja en esa correlación moderna, donde a más empatía, mayor ansiedad.
De igual modo, la filósofa Martha Nussbaum, en su libro «La Empatía como ideología» (2001) resalta las diferencias entre una empatía manipuladora, y una empatía crítica; afirmando que puede ser una forma de control social, al hacer que las personas se sientan culpables o responsables de los problemas de los demás; del mismo, modo propicia la evasión de los problemas personales, al enfocarse en los sentimientos y experiencias de los demás; finalmente, Nussbaum, subraya que la empatía puede ser una forma de opresión y manipulación.
Como se puede advertir, la empatía es una herramienta social que puede ser utilizada para diferentes fines, tiene sus limitaciones y puede convertirse en un arma de manipulación y control. No necesitamos que todo el mundo se una en una cadena de sentimientos infértiles; sino, que ante la necesidad y los problemas de los demás, surja la compasión racional, activa y transformadora, como hemos visto en la última tragedia ocurrida la semana pasada.