A la policía se le respeta

Germán Vargas Farías

Una joven mujer desaparece, la familia denuncia el hecho y no es atendida, no les queda más remedio que con mucho esfuerzo investigar por su cuenta, logran dar con su ubicación, insisten para que la policía intervenga, lo hacen a regañadientes, y finalmente la encuentran, en una maleta, desmembrada.

El asesino de Sheyla fue Darwin Condori Antezana, un policía; la familia acudió por ayuda a dos comisarías de Lima, en Santa Anita y en Santa Luzmila. En una les dijeron —la típica— que probablemente se había ido con su enamorado, en la otra que el caso no correspondía a esa jurisdicción, ¿quiénes respondieron así? Policías.

Elsa Torres, la madre de la víctima, aportó incluso información sobre la identidad del responsable. Fue disuadida para que no mencionara el nombre de Condori a riesgo de ser querellada por difamación, ¿quién la “asesoró”? Un policía.

Al no reportarse el nombre del feminicida, no se le buscó. “Si ese día me hubieran apoyado, quizá conseguía a mi hija viva”, dice doña Elsa. Quién sabe. Displicencia, pereza, quizá complicidad, ¿de quién?  De algunos policías.

El suboficial de tercera Condori Antezana tenía antecedentes. En enero de 2023, tres jóvenes lo denunciaron por violación sexual “en manada”. En complicidad con otros dos policías doparon a las chicas, y las violaron. No les pasó nada. Investigación deficiente, pruebas insuficientes. No solo permanecieron libres, los denunciados continuaron en actividad. Uno de los policías, incluso, fue condecorado.

A la policía se le respeta, y eso debería significar rescatarla de las bandas que la han secuestrado, impedir que se siga legislando para supuestamente protegerla asegurando la impunidad de criminales»

Darwin Condori es hallado muerto en la habitación de un hostal. Acude un grupo de policías y hacen todo mal. No les importa seguir los protocolos, solo causar la impresión que se trata de un suicidio. La policía encargada de prevenir, combatir, investigar y denunciar los delitos y faltas previstos en el Código Penal es, en este caso, sospechosa.

Los policías hasta aquí mencionados no son representativos de la institución encargada de brindar protección a las personas que se encuentran en situación de riesgo de su libertad e integridad personal, previniendo infracciones penales. Tampoco lo son los dos policías acusados de robar a su colega Pablo Baltazar Sánchez, luego de recibir este un disparo en la cabeza. Es posible que creyeran que iba a morir, entonces no le harían falta dinero ni celular. Se portaron como criminales, eso sí.

La inseguridad ciudadana es un grave problema en nuestro país. La delincuencia ha aumentado y la institución llamada a enfrentarla, principalmente, es la Policía. Para eso hay que equiparla con recursos suficientes, un plan consistente y encargársela a un liderazgo competente y decente. Esto último es un hándicap que desde hace rato favorece al crimen. Más aún desde que el jefe del sector es un ministro que antes fue abogado de delincuentes.

A la policía se le respeta, y eso debería significar rescatarla de las bandas que la han secuestrado, impedir que se siga legislando para supuestamente protegerla asegurando la impunidad de criminales, y respaldar los esfuerzos que desde dentro se hacen para cumplir su misión, prevenir la criminalidad sin vulnerar los derechos humanos.

 

     
 

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