Cada muerte tiene su dolor y sus deudos

Después de la violenta muerte de mi padre, no he vuelto a ver a nadie encajonado; porque creo que cada muerte tiene sus deudos y su dolor, uno puede acompañar, mirar, conversar, pero nada, ni palabra ni gesto, aplacará (en ese momento) lo que los deudos, más cercanos y amados, sienten.
Eduardo, conocido como el Zorro, era un pintor con alma de artista nato, se formó en las aulas de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes, algunos dicen que no terminó la carrera, pero en el arte, te gradúas con honores cuando le pones pasión y día a día aprendes, expones y, sobre todo, dejas huellas en tus alumnos. Esa huella dejó el Zorro, indeleble y recordable.
Buscador incansable de nuevas experiencias en el uso del color, la técnica y sobre todo en dejar alma y vida en cada cuadro suyo. Eduardo, ya no estás con nosotros y tu triste corazón se ha marchado sin terminar el lienzo que estabas preparando para la muestra artística de sétima constelación que promueve Sergio Aranda, y que este año era la IX Muestra Internacional después de Lambayeque, Trujillo y Cuzco.
De tu partida me enteré repentinamente a través de Juan Bravo, artista internacional radicado en la hermosa tierra de la marinera y la primavera; sin embargo, ya habías salido de una intervención quirúrgica cuando un 14 de junio del 2024 me escribiste a través de wasap para decirme que la leyenda volvió y que hay zorro para rato; conversamos en un café y tu preocupación era la misma, dotar de una sala de exposiciones a Huánuco, y qué mejor con la recordada sala Ricardo Flores que hoy sigue ocupada por escritorios, oficinistas, folios y sin ningún ápice de arte en el ambiente.
Aquella noche de café me hablaste sobre tu cuadro «el esclavo danzante y triste», danzante, con oscuros personajes detrás de él, que figuraban a sus antepasados, resaltando la expresión de dolor y pena; sin embargo, yo podía ver en ti ya una nostalgia, porque no te habían renovado el contrato en el colegio Tesla y tu gemelo corazón de artista de aquellas noches extintas se conmovía y dolía al no volver a ver a tus jóvenes promesas.
Después de tu muerte, Eduardo, todos eran amigos, enviaron saludos, arreglos florales, postearon sus condolencias y hasta te rindieron homenajes póstumos; sin embargo, en vida, la estabas pasando mal. Sí, mal, porque hablé contigo, no deseo entrar en detalles, pero cuando un artista empieza a vender sus materiales es porque algo no anda bien, los materiales para un artista constituyen la sangre, el oxígeno y hasta la vida.
La muerte de Eduardo debe significar para las asociaciones de pintores y para todos los artistas el reclamo y clamor que él venía encarnando en cada entrevista, reunión, o tertulia; que el salón Ricardo Flores vuelva a abrir sus puertas, a mostrar los cuadros al óleo, acrílico o técnicas nuevas y mixtas para el delite de todos los huanuqueños, pero sobre todo para darle esa ventana que tanto buscó él para las nuevas generaciones.
No pude acompañarte a tu última morada, sabrás, como lo relato en el primer párrafo, que al único encajonado que vi hasta la fecha es a mi padre, pero quizá amigo, estés allá pintando con esos colores vivos y fuertes, junto a Yori Ordoñez, Ricardo Flores, Marino Spadavecchia, Irma Carrazco, Cinicio Palacios, Carlos Martel, Víctor Rivera, Virgilio López, entre tantos ilustres artistas plásticos huanuqueños.
Eduardo, es verdad que cada muerte tiene su propio dolor, dueles mucho a quienes te hemos apreciado, dejaste huella en tus alumnos y en quienes te hemos escuchado, y en esta tarde extinta, empezando a manchar un lienzo he recordado que la enfermedad tiene otro dolor, ese que padeciste poco a poco, pero estoy seguro que, como Javier Heraud, no tuviste miedo de morir entre óleos y acrílicos, entre pinceles y lienzos y sobre todo en la mirada fija en tu Huánuco que tanto amaste, porque los retratos y paisajes eran siempre y casi recurrentes en honor a esta tierra hermosa que te vio nacer y que hoy, te tiene bajo su manto de tierra.
Tu alma se ha quedado aquí, con esa pluma de Jorge Chávez que te retrata muy bien; me voy a pintar, pensando que a través de quienes amamos el arte, hay zorro para rato y que la leyenda continúa a través de cada trazo y pincelada.
Hasta pronto amigo, hasta pronto Zorro.