¿Cómo formar hábitos de lectura?

Livio Álvarez Lázaro

En el ranking mundial de los países con personas que dedican más tiempo a la lectura semanal no figura ningún país de América Latina. Así, se explicita en un estudio realizado en 2011 por World culture score index (Índice de puntuación de la cultura mundial). El análisis inicia con la interrogante: Where do people read more? (¿Dónde lee más la gente?), centrándose en la cantidad de horas semanales orientadas a la lectura por persona. En este top ten, el primer puesto ocupó India, con 10 horas y 42 minutos por persona a la semana; y el décimo, Arabia Saudita, con 6 horas, 48 minutos. Entre ambos países aparecen y en orden de mérito: Tailandia, China, Filipinas, Egipto, República Checa, Suecia, Francia y Hungría.

De estos resultados podemos inferir que el promedio de tiempo que destinan a la lectura los mejores lectores es de 1 hora con 48 minutos al día. Significa que muchos lectores con experiencia que dedicamos más de este tiempo a la lectura diaria, superamos el ranking mundial. Sin embargo, un detalle que hay que tener en cuenta es que el ranking no es personal, sino grupal como país: donde niños, jóvenes, adultos, leen. Todos como nacionalidad, como una cultura establecida, como una forma de vida y como un hábito diario. Y David Lewis, uno de los autores del estudio, menciona: «En realidad no importa qué libro estés leyendo, sino que al ‘perderte’ dentro de un libro, te liberas de tus preocupaciones y del estrés del mundo cotidiano, y pasas un rato explorando los dominios imaginarios del autor». En este sentido, a continuación, profundizaremos en el «bucle del hábito» y propondremos algunas pautas para formar un hábito de lectura, siguiendo los lineamientos de Charles Duhigg.

Iniciemos nuestro estudio con la definición del vocablo «hábito» según la RAE: «Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas». Como podemos notar, un hábito es una forma muy personal y peculiar de actuar en la vida diaria de manera secuencial en el tiempo hasta influenciar en los impulsos más profundos como un instinto natural. Extrapolando este concepto a la lectura, precisaríamos que leer es una forma de vida especial. Que se realiza todos los días de forma natural e instintiva, llegando a un goce y disfrute como una rutina automática. Este hábito lector ha demostrado en el tiempo que es muy beneficioso para las personas. No solo para adquirir conocimientos e información, sino que es determinante para el desarrollo de las competencias comunicativas de hablar y escribir. Así como el crecimiento y éxito personal y profesional.

Luego de determinar la concepción de un hábito, nos centraremos en la propuesta de Charles Duhigg y su libro El poder de los hábitos, donde propone la formación de los hábitos fundamentados en el «bucle del hábito» (Habit loop) y estructurado en tres elementos: señal, rutina y recompensa. Notemos un ejemplo de Duhigg para ilustrar estos componentes. Recordemos nuestra adolescencia: todos hemos asistido alguna vez a una reunión social entre amigos y de pronto aparece el pícaro que lleva cigarrillos en la mano, fuma delante de las chicas risueñas y asombradas y todos admiran la proeza. Analicemos el caso: «la señal» es el cigarrillo; «la rutina», es el acto de fumar; «la recompensa» admiración de las chicas. Y ahí, la recompensa detona ciertas «ansias» y deseos por ser admirados por las chicas; por lo tanto, los amigos deseosos de ello, replican la acción instintivamente. Con el pasar del tiempo, el acto de fumar se vuelve un mal hábito y, para que el fumador se dé cuenta de ello, tristemente «las ansias» ya no son solo por la admiración de las personas, sino por la nicotina. Como podemos notar, este es el ciclo o bucle de la formación de hábitos en la persona. Y es que un bucle es un «proceso que se repite indefinidamente».

Ahora bien, continuando el «bucle del hábito» de Charles Duhigg, enfoquémonos en los buenos hábitos y uno en especial, el hábito de la lectura. Siguiendo las pautas de Duhigg, diremos que, en primera instancia, se tendrían que proponer «las señales» (los libros), lo que implicaría instalar una biblioteca en casa con un ambiente propicio para la lectura. Un espacio tranquilo, iluminado, ventilado y libre de distracciones, como un rincón acogedor que invite a sumergirse en las páginas de un libro. En este escenario, la primera «señal» del niño sería el libro como artefacto letrado que atraiga su atención e interés. Se recomienda que los libros sean variados y por edades, de acuerdo a las necesidades del niño, adolescente, joven o profesional de una rama de las ciencias o las artes que integre la familia. En este punto, siendo sinceros, en la actualidad, «la señal» para nuestros niños y adolescentes es el smartphone, la tableta o la pantalla de cualquier dispositivo electrónico. ¿Ello es malo? En definitiva, no. Porque la pantalla se puede utilizar como la superficie o página de un libro, convirtiéndolo en libro electrónico o audiolibro con toda una ingente gama de atractivas alternativas para leer. El problema está en que esa pantalla lo han convertido en una «rutina» de distracción y entretenimiento visual.

Así, llegamos a la segunda instancia del bucle, «la rutina» (experiencias de lectura) o las actividades que se ejecutan para favorecer a la formación del hábito lector. La primera gran experiencia se da en casa cuando los padres leen libros de forma cotidiana. En este sentido, los primeros años de vida son cruciales para sentar las bases de los hábitos futuros. Desde el nacimiento, los bebés responden al ritmo tranquilizador de la voz de los padres que leen. Leer en voz alta a los niños desde temprana edad no solo despierta su interés por los libros, sino que también fomenta el vínculo afectivo entre padres e hijos. Por otro lado, es necesario establecer un horario fijo para la lectura, en cualquier momento del día y el tiempo que se disponga, no menor de 15 minutos, para que el cerebro se concentre y disfrute de la experiencia. En esta sección, cabe precisar que es necesario que las actividades de lectura en casa no sean obligatorias, sino placenteras en un ambiente ameno, que se puedan disfrutar en compañía de los seres queridos. Y es que leer en compañía de los familiares enriquece la experiencia y fomenta la interacción social con otros. Finalmente, para fortalecer «la rutina» es necesario ofrecer opciones atractivas y acordes a los intereses y edades de los lectores. Desde coloridos cuentos infantiles llenos de fantasía hasta novelas emocionantes para jóvenes, el abanico de posibilidades es incontable.

De esta forma, concluimos el bucle con «la recompensa» (celebración de logros) que es muy importante para cerrar este trinomio. Así, resulta valioso festejar por haber concluido con la lectura de un libro; así como, reconocer los avances en la formación de los hábitos de la lectura. Cada libro que se termine de leer, cada meta que se alcance, son motivos de orgullo y satisfacción que se necesitan recompensar con buenos comentarios, palabras de aliento, un abrazo amoroso e incluso un premio por la hazaña de leer un libro completo. De esta forma, el cerebro asimilará a mediano plazo que es gratificante leer. Y no solo ello: con el pasar de los años, el lector habitual se dará cuenta de que las recompensas son mayores, pues reflejará buenos resultados académicos en los estudios de cualquier materia, mejores soluciones de problemas en el trabajo, decisiones prudentes en la vida diaria, etc. etc. Y es que las recompensas son incontables. Ello es un gozo indescriptible en la vida de una persona exitosa; todo empezó por haber formado un buen hábito de la lectura a temprana edad.

Para concluir, es necesario precisar que todo lector maduro debe ser consciente del «bucle del hábito» y sus tres elementos: señal, rutina y recompensa. Con ello, podrá potenciar su hábito de lectura y será capaz de orientar a los niños y jóvenes que estén en su entorno. Y más aún conseguirá aplicar la regla de oro para cambiar los hábitos, el cual sentencia: «No podemos eliminar los malos hábitos, solo cambiarlos». Y ¿cómo cambiamos los malos hábitos? Duhigg, propone: «Utilizar la misma señal. Mantener la misma recompensa. Cambiar la rutina». ¡Impresionante! Empecemos a aplicarlo.

     
 

Deja una respuesta