Del arte se vive y se vive bien
desestresado, amado e ilusionado

La tarde del último miércoles, Carlos me dijo que Alfredo Alcalde e Ivette Taboada estaban por estas tierras. Me emocioné y pensé en los rojos bermellón de las paredes, en el negro marfil de sus personajes con toques amarillentos de cadmio y el verde metafísico en sus cuadros; pero, sobre todo, pensé en las historias que cada uno de ellos lleva consigo y esa fusión entre Chimbote y Huánuco.
A raíz de la visita desapercibida (porque ambos son extraordinarios pintores de talla mundial) alumnos de Víctor Humareda, Francisco Izquierdo y David Herskovitzn, pensé en todos los amigos artistas, algunos ya consagrados y otros en camino a hacerse de un nombre en la galería nacional y mundial.
Escuché tantas veces que el arte no da, que si un hijo decide estudiar arte se va a morir de hambre y el padre de pena; que la madre será su más fiel seguidora por cada trazo, movimiento, prosa o tocada que el novel artista de. El arte da y da mucho, no necesariamente pecuniario, porque las bondades y satisfacciones que se recibe van a medida de la constancia, perseverancia y sobre todo de la visión del artista y el paso que se atreva a dar.
Visité muchas galerías a nivel de Latinoamérica y el Perú, pude observar que se respira arte por todos lados, que el mundo es mejor cuando se cultiva todas las expresiones artísticas y Huánuco es uno de los focos resplandecientes en todas las formas y edades, pero se requiere de una política cultural (me da escozor mencionar la palabra política acompañada de cultura, porque parece una dicotomía que corre cada quien por su lado sin forma de asociarse ni juntarse), política que tenga en cuenta la importancia de tener artistas y que a través de ellos la ciudad hable, cante y se manifieste; sin embargo lo que se hace aquí y en muchas ciudades es organizar, llevar a cabo (inmediatista y de cortísimo aliento, como ferias, talleres) y no tienen la visión de promover, impulsar, fomentar, que es más construcción a largo plazo, con objetivos a mejorar la calidad de vida de los artistas, su entorno y su ciudad.
En toda esta odisea caminaba pidiendo apoyo, el «Zorro» Espinoza, abriendo galerías y muestras itinerantes. Sin embargo, se fue sin lograr nada, ninguna sala, o publicación sesuda sobre el arte, y de artistas que no son constantes investigadores y exigentes con las autoridades y consigo mismo. De igual manera pasa en las otras manifestaciones, donde las presentaciones son improvisadas y deja mucho que desear en su preparación, curaduría y revisión de texto. La iniciativa privada es fundamental y soy testigo del andar de un coleccionista que quizá en los próximos años tenga la colección más grande de pintores huanuqueños (desde Ricardo Flores, Cinicio, Espadavechia, Elmer Rodil, Pancho Palomino, William Huasco, hasta los más nóveles como Julio Meza, Guillermo Vásquez, Lita Luján, Emily «Haze» Vivar).
Así sucede con las otras manifestaciones artísticas, no hay escenarios para el teatro, no hay salas de exposiciones para fotografía o pintura, arte conceptual y moderno, no existe auditorios para conversatorios sobre literatura, poesía, y otra manifestación que sea llamada o se sienta cultura como lo cataloga La Unesco – 1982 – «Cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos…»
Por eso a esta hora, ad-portas de entregar este escrito para «el diario que te informa mejor», pienso en los músicos, cantantes, actores, cuando les piden que se presenten en el escenario y en contrapartida les dan un certificado y encima mal hecho, en los fotógrafos (artistas) que ya casi no existen, los escritores, que apenas les brindan una mesa para que se acomoden y ni siquiera un libro compran los organizadores. Pero ellos, felices, porque viven bien, bien ilusionados. Cavilando en esto, voy camino a la entrevista que me brindará Alfredo Alcalde e Ivette Taboada y de saque pienso preguntarles… Cómo vivir y no morir en el desaliento de abrazar el color, el trazo y la maravillosa aventura, que es la pintura.
«No se gana… Pero ¡cómo se goza!».