Después de las lluvias

Andrés Jara Maylle

Mi padre que conocía bien los vaivenes de la naturaleza siempre enfatizaba de que en la larga temporada de lluvias, el mes de marzo era el más peligroso, el más dañino. «A marzo le tengo miedo. En marzo llueve días enteros, en marzo el río crece como nunca, en marzo se tapan los caminos. Marzo es muy peligroso y debemos estar alertas», decía él que había sabido convivir, aunque no siempre, en armonía con las fuerzas naturales. «Marzo es marzo», enfatizaba como para que no queden dudas.

Debe haber alguna verdad en todo esto, pues si hacemos un poco de memoria, caeremos en la cuenta de que en el mes de marzo han sucedido muchas desgracias producto de la intensificación de las lluvias. Grandes y temibles aguaceros, huaicos destructores, derrumbes de montañas, crecidas imprevistas de los ríos, etc. han sucedido, curiosamente, en el mes de marzo.

Para nuestro consuelo, marzo ya se despide de nosotros, dejando a los huanuqueños su advertencia de que con él no se juega. Advirtiéndonos de que con marzo siempre hay que estar alertas y bien preparados. Es como si nos dijera: «si no se previenen debidamente volveré el próximo año y seré más duro, más destructor, más asolador».

Ante ello, salvo alguna sorpresa de último momento que nos puede dar la naturaleza, todo hace suponer que las lluvias ya están en retirada. Lo que queda de marzo y lo que viene de abril, creo, serán lluvias de baja intensidad, garúas vespertinas y refrescantes y, tal vez, alguna lluvia loca que arrastrará la basura que los huanuqueños cochinos dejan con total impunidad en las calles de nuestra caótica ciudad.

Pero si miramos atrás veremos que lo que nos deja esta difícil temporada de lluvias es un panorama desolador: sembríos inundados, carreteras desaparecidas, puentes arrasados por la corriente de los ríos, pueblos incomunicados, etc. y etc. No quiero pecar de exagerado, pero creo que muchos conciudadanos, especialmente de las zonas rurales, que hace unas semanas fueron víctimas de las fuertes lluvias, ahora mismo están siendo víctimas del olvido por parte de todos nosotros.

Por ejemplo, cientos de hectáreas de cultivo a lo largo de todo el valle que recorre el Huallaga han sido inundadas; por lo tanto, inutilizadas para el cultivo mediato e inmediato. Los campesinos ribereños han perdido sus cosechas, sus sembríos iniciales, sus tierras roturadas inútilmente. Miremos el caso de los agricultores de Colpa Baja y Huachog. Ellos necesitan pronta ayuda ya que, como nunca antes, el Huallaga saturó todas las defensas e ingresó a las áreas cultivadas inutilizándolo por un buen tiempo.

Se sabe que provincias enteras, como Marañón y Huacaybamba están a la deriva pues las carreteras han sido arrasadas por la fuerza de huaicos y ríos. En estos mismos momentos un viaje a Tingo María que en condiciones normales duraba menos de tres horas, ahora se prolonga muchísimo más.

No hay duda de que una de las infraestructuras que más ha sufrido los embates de la naturaleza han sido las carreteras. Todas ellas, las que conducen a Yarowilca, Lauricocha, Dos de Mayo o Huamalíes; o las que nos lleva a Panao o Chaglla; o la que va a la provincia de Leoncio Prado e, incluso, la que conduce a Pasco, Junín y Lima, son unos verdaderos desastres.

Y si hablamos de las carreteritas que unen los muchísimos pueblos y comunidades de nuestra región, con dolor e impotencia debemos decir que estas se encuentran devastadas, en completas ruinas y con la animosidad de ser abandonadas a su suerte.

Es hora, entonces, para que las autoridades se pongan manos a la obra. Provías (a quien poco le importa nuestra región), el Ministerio de Transportes (que en Huánuco acaban de inaugurar nuevo local), el Gobierno Regional (le llegó el momento para reivindicarse con su pueblo) y también las municipalidades provinciales y distritales. Todas estas instituciones están en la obligación moral de no abandonar a los que tuvieron la mala suerte de sufrir las embestidas de la naturaleza transformadas en intensas lluvias de temporada.

Y a propósito de lo que describimos, acaso le ha llegado la hora al gobernador regional, que en su campaña electoral anunciaba a todo bombo y platillo realizar en Huánuco una revolución agrovíal, para que emprenda, por fin, un arduo trabajo a gran escala para reponer las carreteras dañadas y mejorarlas con cara a las próximas lluvias que vendrán sí o sí.

De lo contrario, la gran revolución anunciada se convertiría en una fanfarronada más, tal como ha sucedido con los muchos que le precedieron en el cargo.

Huánuco, 23 de marzo de 2025

     
 

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