Dios mío, ¿por qué el Estado nos ha abandonado?

Econ. Aldo Reyes Viviano
Consultor en gestión pública descentralizada

En el silencio ensangrentado del Gólgota, las últimas frases de Jesús en la cruz han trascendido los siglos como un testamento de amor, justicia, perdón y esperanza. Hoy, en medio de una gestión pública crucificada por la corrupción, la ineficiencia y la desconfianza ciudadana, estas frases pueden ser una fuente de reflexión para los problemas que aquejan a la gestión pública en nuestro país. Analicemos cada una de ellas y su resonancia en nuestra realidad.

  1. «PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN»

La primera palabra nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad en la gestión pública. En nuestro país, muchas autoridades y funcionarios asumen cargos sin la preparación adecuada, sin vocación, sin conciencia del impacto que sus decisiones tienen en los más vulnerables. No saben lo que hacen… pero el pueblo sí sabe lo que sufre.

El Perú ha sido sacudido repetidamente por escándalos de corrupción que involucran a altos funcionarios, desde el Poder Ejecutivo hasta los gobiernos subnacionales. Muchos actúan por ambición personal, ignorando el daño que causan a las grandes mayorías. La solución no solo radica en fortalecer los órganos de control, sino en impulsar una reforma moral del servicio público, donde el principio rector sea el bien común y no el beneficio personal.

  1. «TE ASEGURO QUE HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO»

Esta promesa de redención nos recuerda que las instituciones peruanas pueden transformarse cuando existe voluntad política y compromiso. Gobiernos regionales y municipalidades que han pasado de la ineficiencia a ser modelos de gestión demuestran que el cambio es posible cuando se implementan sistemas transparentes de meritocracia y rendición de cuentas.

La gestión pública debe dejar de ser un espacio de privilegios y convertirse en un instrumento de inclusión real. La promesa del «paraíso» debe traducirse en políticas públicas con enfoque humano, territorial y participativo que proyecte esperanza para la ciudadanía, garantizando que los servicios públicos efectivamente mejoren la calidad de vida y generen oportunidades de desarrollo a todos los peruanos.

Las promesas de inclusión suelen quedarse en discursos. Se necesita una gestión pública descentralizada y con enfoque territorial, que priorice a las zonas históricamente olvidadas y garantice derechos básicos con eficiencia y calidad.

  1. «MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. HIJO, AHÍ TIENES A TU MADRE»

Incluso en el sufrimiento extremo, Jesús estableció nuevos vínculos de responsabilidad y cuidado. El Estado peruano debe reconocer y asumir su papel como articulador entre diversos sectores sociales, promoviendo la colaboración efectiva entre empresas, sociedad civil y la academia para abordar problemas complejos como la inseguridad ciudadana o la corrupción.

La gestión pública necesita reenfocar su misión fundamental: no se trata de administrar papeles, sino proteger y mejorar vidas. Esta frase expresa responsabilidad y cuidado hacia el otro. Los gestores públicos tienen la obligación ética de cuidar a la población, especialmente a los más vulnerables, con políticas inclusivas, efectivas y sostenibles.

  1. «DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?»

Esta expresión refleja el sentimiento de muchos peruanos ante instituciones que parecen haberlos abandonado. Comunidades campesinas y nativas, víctimas de la violencia, víctimas de desastres naturales o grupos vulnerables experimentan diariamente la ausencia del Estado.

Es el grito desesperado de los territorios olvidados, de los pueblos sin agua, sin luz ni internet, de los estudiantes sin escuelas adecuadas para estudiar y de los pacientes sin camas hospitalarias para recuperar su salud. El centralismo sigue siendo uno de los grandes pecados estructurales. Es urgente fortalecer la descentralización con recursos suficientes, capacidades técnicas y autonomía comprobada.

  1. «TENGO SED»

Sed de justicia, de equidad, de transparencia. En nuestro país, esa sed es histórica. Necesitamos una gestión pública que rinda cuentas, que escuche las necesidades ciudadanas, que sirva con vocación y eficiencia.

Esta necesidad básica humana también nos recuerda que la gestión pública debe priorizar servicios fundamentales. En el Perú, millones de personas aún carecen de agua potable, educación y salud de calidad. Los tres niveles de gobierno deben enfocar sus esfuerzos en priorizar inversiones eficientes y sostenibles, con proyectos que no se queden en el papel o en promesas electorales, sino que cierren brechas sociales.

  1. «TODO ESTÁ CONSUMADO»

Esta afirmación contrasta con la falta de continuidad en las políticas públicas. Cada nueva gestión suele desacreditar lo avanzado por la anterior, generando un círculo vicioso de improvisación y reinversión constante. Necesitamos políticas de Estado que trasciendan gobiernos, estableciendo mecanismos institucionales que garanticen la continuidad de programas exitosos independientemente del color político de turno.

En gestión pública, esta palabra nos cuestiona profundamente: ¿estamos cumpliendo nuestras metas? ¿Estamos cerrando brechas efectivamente? La planificación estratégica no debe ser una formalidad burocrática, sino una brújula orientadora. Necesitamos gerentes públicos con auténtico liderazgo, que completen procesos que cierran brechas.

  1. «PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU»

El ciudadano quiere confiar en sus instituciones, pero la corrupción sistemática ha quebrado esa fe. La reconstrucción ética del Estado es una de las tareas urgentes y pendientes. Necesitamos líderes públicos que inspiren confianza dispuestos a servir más allá del interés personal, con vocación de servicio y visión de país. Necesitamos líderes que entiendan que su gestión será medida por el bienestar colectivo que generaron y no por las riquezas personales que acumularon durante su paso por el poder.

En estas siete frases, encontramos una hoja de ruta ética y práctica. Cristo, aún en el dolor extremo, no dejó de mirar al otro, no dejó de amar, no dejó de construir vínculos. Esa debe ser la actitud fundamental de quienes sirven en el sector público: actuar con verdad, con compasión, con visión estratégica, asumiendo que nuestra vocación no es el poder, sino el servicio.

No basta con reformar normas o modernizar sistemas. Necesitamos una transformación profunda del corazón de la administración pública: ética, vocación y compromiso real con la población. Solo así dejaremos de crucificar a los más vulnerables con nuestra indiferencia y comenzaremos, por fin, a resucitar el verdadero sentido del Estado: servir.

 

     
 

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