El espíritu de Navidad no es una ilusión
¿Es posible percibir el espíritu de la Navidad en estos días?, ¿la distingue, por ejemplo, en la política peruana?, ¿o, quizás, en las acciones de las autoridades e instituciones de la región?, ¿o, para hacérsela más fácil, advierte el espíritu navideño en algunas de las redes sociales en las que participa?
Un momentito dirá usted, antes de hacer tantas preguntas partamos de la principal y pongámonos de acuerdo ¿qué es el espíritu de la Navidad? Cierto, permítanme entonces decirles primero lo que no es. Seguramente usted ya lo sabe, pero habrá notado que la mayoría de la gente lo asocia con eso.
Espíritu de la Navidad no es plazas, barrios y casas decoradas, ni el consumismo de los regalos, o comida excesiva y a deshoras. Puede ir al mercado principal de su distrito, y dudo que perciba el espíritu navideño en la tienda donde venden panetones, o en el lugar donde expenden pavos, porque para empezar no toda la gente los puede comprar, y se supone que la Navidad es para todos.
Ayer, estaba terminando una reunión de trabajo -la última del año- con colegas de organizaciones de derechos humanos, cuando me pidieron expresar algo a modo de despedida. No lo pensé mucho, y se me ocurrió decir, más o menos, lo que enseguida comparto con ustedes.
Aun en tiempos duros y nebulosos como estos, de tanta precariedad e incertidumbre, es posible celebrar la Navidad, y desear que sea feliz para todas y todos, cuando estamos comprometidos en el esfuerzo para lograr que así sea. Porque la Navidad, y el espíritu navideño, es en esencia amor, paz y buena voluntad.
No hay que confundir el espíritu navideño con palabras o tarjetas bonitas, o con la creencia de que solo se trata de tener una actitud especialmente positiva durante las últimas semanas del año. El amor, la paz, así como la justicia y la verdad, no están circunscritas al mes de diciembre, así como los derechos de las personas no puede convertirse solo en buenos deseos de Navidad.
Seamos creyentes o no, sabemos que no se trata de repartir ilusiones. Hace falta sí, sembrar esperanza, y eso se consigue perseverando para que, por ejemplo, la desaparición forzada de Benito Baldeón Ninahuanca no quede en la impunidad, la vacuna contra la covid-19 llegue a todas las personas, o las niñas, niños y adolescentes no sufran violencia.
De modo que comprendiendo el afán de muchos por llenar la mesa la noche del 24, o de dar regalos a todas las niñas y niños de sus familias, mi impresión es que el verdadero espíritu de la Navidad es reconocer, como en la canción de León Gieco, que hay muchas otras personas cuyas vidas no son de Navidad.
«Toma Luis, mañana es Navidad/un pan dulce y un poco de vino/ya que no puedes comprar/Toma Luis, llévalo a tu casa y podrás junto con tu padre la Navidad festejar/ Mañana no vengas a trabajar/que el pueblo estará de fiesta/y no habrá tristezas», así empieza la letra.
«Señora, gracias por lo que me da, pero yo no puedo esto llevar, porque mi vida no es de Navidad/ Señora, cree que mi pobreza llegará al final comiendo pan el día de Navidad», le contesta Luis, y concluye con una sencilla y contundente expresión de esperanza: «Mi padre me dará algo mejor, me dirá que Jesús es como yo, y entonces así podré seguir viviendo» (La Navidad de Luis).
Hay vidas que no son de Navidad, la fiesta no puede ocultar la tristeza, y la canasta navideña o el panetón no eliminan la pobreza. La esperanza no se alimenta de lo efímero, y el espíritu de Navidad es aquél que se afirma en el compromiso constante para que la paz y la fraternidad se hagan realidad. Dicho esto, deseo para ustedes y sus familias ¡Feliz Navidad!