El problema peruano ¿es la Constitución?
Pedro es un estudiante que considera que debe tener mejor suerte de la que tiene, no ha tenido buenas calificaciones hasta el momento; sus hábitos de estudio no son los más adecuados, y se distrae demasiado como para seguir con disciplina sus materias; además, no está muy seguro de para qué estudiar. Pedro le ha pedido a su padre que le compre una computadora portátil nueva, cree que con ese nuevo equipo sus calificaciones van a mejorar.
El pensamiento de Pedro, está muy extendido entre las personas; y se basa llanamente en explicar o asumir nuestra conducta a partir de factores externos, asumiendo que la responsabilidad de lo que ocurre con nuestra vida, las buenas o malas decisiones que tomamos es consecuencia de aquello que pasa fuera de nosotros y no dentro. El entorno influye sobre la vida de las personas en muchos aspectos, motivando procesos mentales que adecuan la respuesta humana a fin de no quedarse estáticos ante las circunstancias; pero no es determinante en cuanto a la voluntad personal, actuando sobre motivaciones y propósitos claros.
Cuando no sabes a donde ir, cualquier camino es bueno y esa es probablemente la tragedia peruana; no saber a donde ir. Y no basta que un selecto grupo de peruanos se reúna a tomar el café en las sesiones del Acuerdo Nacional o que el CEPLAN haya esbozado un plan hasta el 2030 y que de ella se hayan desprendido muchos otros planes, uno para cada sector y todos ellos resultado de una visión que, aunque revestida de “participativa”, no deja de ser la visión de unos cuantos y no la de millones de peruanos cuya atención está fija en el proyecto personal, la subsistencia del día a día, el negocio que quiere montar, los estudios que piensa realizar, la ocupación que quiere desarrollar; todas ellas válidas en sentido personal, pero limitadas en cuanto a visión global o al menos, nacional. Se supone que la política es el ejercicio mediante el cual los caminos deben estar más claros deben mostrar con esa misma claridad a donde ir, pero eso tampoco es así.
«El solo hecho de cambiar la Constitución no parece resolver nuestros problemas, por la sencilla razón de que el problema no es la Constitución»
Los peruanos andamos muy ocupados tratando de salir de la crisis y la para económica, buscando las oportunidades que nos han prometido y que no se expresan materialmente en la realidad; cansados de mentiras y sumamente sensibles a las concupiscencias y malos usos del poder, estamos literalmente hartos de la política y los “políticos”; y es en ese escenario, que un grupo de esos políticos, nos tratan de convencer que el gran problema del país es la Constitución Política del Estado, que desde su relato, es el gran causante de lo mal que nos sentimos y por ello hay que cambiarla, pues si cambiamos la constitución, todo mejorará como por arte de magia. ¿Usted qué cree?; ¿será así? O solo estaremos repitiendo la historia de Pedro, cuando incapaz de reconocer sus malos hábitos de estudio, su indisciplina y sus distracciones, cree que una nueva computadora le solucionará sus deficiencias.
Nada está escrito en piedra, tampoco la Constitución y sin duda debe revisarse y mejorarse ahí donde sea necesario, previo análisis objetivo y lejos de las anteojeras ideológicas; pero honestamente creer que es necesario tener una nueva constitución; por cierto, ya llevamos 12 constituciones en los poco más de 200 años de vida republicana y cada una surgía como el gran antídoto para los males de nuestro país; su posterior cambio por otra, nos gritaba a la cara que no había ningún antídoto en ello, solo oportunismo. La Constitución norteamericana, no se ha cambiado nunca desde que se escribió en 1787; Suiza desde 1291 solo ha tenido 3 Constituciones, la mayoría de países de Europa no ha cambiado más de 2 Constituciones en su historia y países líderes como Japón, Francia, Italia, Alemania no han cambiado su Constitución en los últimos 60 o 70 años y ahí están, a la vanguardia del desarrollo global.
En América Latina tenemos la vocación de Pedro y países como Venezuela por ejemplo ha cambiado 26 veces de Constitución; Ecuador 20, República Dominicana 32, Haití 24, Chile 10 y sin embargo sus niveles de desarrollo son bajos. Así, al menos bajo este aspecto, el solo hecho de cambiar la Constitución no parece resolver nuestros problemas, por la sencilla razón de que el problema no es la Constitución; hay en ella, aspectos por mejorar sin duda alguna; pero el problema trasciende nuestra Carta Magna y está más cerca de las personas, nuestras actitudes y malos hábitos, como Pedro.