Gobernar las cenizas

Ps. Richard Borja
Director Instituto Peruano de Psicología Política

«Él pudiera ver arder el reino, si pudiese ser el rey de esas cenizas…» le dice Lord Varys a Lady Olena en Juego de Tronos, esa memorable serie que no ha sido siquiera observada de cerca por la Casa del Dragón. Hace referencia a esa tendencia psicopática del poder que la privilegia por encima de cualquier otra cuestión moral o material.

Se me viene a la mente ese diálogo, justo después de leer con asombro, la posición que tomó cierto sector de la izquierda en España, a propósito del desastre natural ocurrido en la comunidad de Valencia, donde según cifras oficiales hay 283 muertos a causa de las inundaciones y los aniegos, aunque la mayoría desconfía de esas cifras oficiales y cuestiona severamente la gestión gubernamental de dicha emergencia, por su lentitud y desacuerdos entre el gobierno nacional y regional; tanto, que cuando el presidente de gobierno y el rey de España acudieron a la zona de desastre cinco días después, fueron recibidos con insultos y barro. El caso es que como para marcar esa tradición histórica, la izquierda española se puso a criticar y cuestionar, no a las autoridades; sino, a una agrupación juvenil llamada «Revuelta», que fue las primeras organizaciones que iniciaron una rápida campaña de ayuda a los afectados, estableciendo zonas de acopio para ayuda humanitaria y preparando cientos de caravanas con víveres, agua, ropa y demás enseres básicos. ¿Cuál fue su delito? No ser de izquierdas y simpatizar con VOX, un partido emergente de la llamada nueva derecha.

Sin embargo, esa maestra que es la historia, ya nos alertaba de esa tendencia de la izquierda por anteponer sus intereses políticos a los de la gente que dice representar; como esa etapa de la revolución francesa, donde la Asamblea Nacional se centró en debatir el veto al rey y no en las necesidades de los franceses, hambrientos y enfermos. O durante la revolución rusa de 1917, donde la izquierda revolucionaria se enfocó en la lucha por el poder, mientras la hambruna desolaba al pueblo ruso; o cuando durante la pre guerra civil española, enfrentó a comunistas y republicanos, olvidando al pueblo y favoreciendo la emergencia de Franco; ni que decir, con la revolución cubana, que empezó siendo muy popular, pero muy pronto se convirtió en una dictadura autoritaria que priorizó la ideología a las necesidades de los cubanos; tan igual que el régimen de Mugabe en Zimbabue, que inicialmente parecía un líder revolucionario preocupado por el pueblo, pronto se convirtió en un dictador que priorizó su poder, antes que ese pueblo que decía representar. Y así, podemos repasar muchos casos más y esa premisa política, donde el poder y lo ideológico están primero que la gente, se hará visible, siempre que se vea con ojos desprovistos de dogmatismo ideológico.

Desde la psicología política se advierte que este tipo de actitudes puede responder a sesgos de negatividad y disonancia cognitiva, que surgen ante el choque de realidad que sufre su tribalismo político, el cual es tan denso y dogmático, que resulta imposible que puedan cooperar con quienes perciben fuera de su propia comunidad política e ideológica, desarrollando marcadas tendencias a enfocarse en aspectos negativos del contrario en lugar de reconocer y valorar los esfuerzos positivos de estos; con el agravante que las disonancias que encuentran al enfrentar información que contradice las propias creencias, genera reacciones negativas, cargadas de agresividad, en muchos casos. Este fenómeno, no es sólo aplicable a la izquierda, pero en ella resalta más por la enorme contradicción entre narrativa y práctica.

Sin embargo, este comportamiento termina con el tiempo, alejando a sus propios simpatizantes no dogmatizados, pues van perdiendo la confianza en sus líderes; como en el caso de Estados Unidos, donde la gente más humilde a la que decía representar el partido demócrata, termino apoyando masivamente a Donald Trump; eso al sentir que las élites demócratas se habían alejado de la acción objetiva y sólo se habían quedado en el discurso y la narrativa, priorizando la agenda woke y no la agenda del pueblo, deslegitimizándose ante sus votantes y dándole al republicano, una victoria arrolladora que le permite retornar a la Casa Blanca, con mayoría en el senado y la cámara de representantes. Para remate, Trump designó a una mujer como su jefe de gabinete; y a un latino como su secretario de Estado, demostrando con hechos, lo que sus rivales sólo narraban y prometían.

Mientras tanto, la izquierda continúa deslegitimándose, por priorizar sus agendas ideológicas y políticas, en lugar de las necesidades y urgencias de la gente, pareciendo aplicar la premisa atribuida a Meñique, hacer arder todo, para poder reinar entre sus cenizas.

     
 

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