Hostigamiento sexual en el trabajo

Teresa Chara de los Rios

El hostigamiento sexual de acuerdo con la definición de Sunafil, «es una forma de violencia que se configura a través de una conducta de naturaleza o connotación sexual o sexista no deseada por la persona contra la que se dirige, que puede crear un ambiente intimidatorio, hostil o humillante; o que puede afectar su actividad o situación laboral, docente, formativa o de cualquier otra índole.»

En el año 2018, antes de la pandemia, la empresa Datum realizó la encuesta «Equidad de Género, Acoso Sexual y Violencia a nivel mundial», aplicada en 11 países,  resultando que México ocupa el primer lugar con 46% y el Perú el segundo lugar (41%) con mayor cantidad de mujeres que afirman haber sufrido acoso sexual en el último año.

Es casi seguro que la realidad nos mostraría un porcentaje mucho mayor porque hay trabajadoras que siendo víctimas de acoso y hostigamiento sexual prefieren quedarse calladas por vergüenza, temor a represalias y ser despedidas.

Existen algunos mitos con respecto al hostigamiento sexual, de acuerdo a la cartilla publicada por SUNAFIL, como, por ejemplo:

«Solo he mirado, no he tocado ni hablado». Este mito es el más común. Hay miradas cargadas de deseos sexuales que intimidan y resultan invasivas y repulsivas, no hay necesidad que medie alguna palabra o roce.

Otro mito es que «Solo se acosa a las mujeres jóvenes y atractivas» No es cierto. Cualquier persona puede sufrir acoso sexual sin importar edad, sexo, aspecto físico, condición social o económica.

Uno de los mitos más comunes, ante la denuncia de las víctimas, el acosador se defiende indicando que «Las mujeres siempre denuncian por venganza», porque no se le renueva el contrato o se le llama la atención por algún incumplimiento a las tareas asignadas.

También son considerados como hostigamiento sexual, silbidos como el común «fio fio». Anecdóticamente el ex Presidente Martin Vizcarra fácilmente podría denunciar a la mujer que le escribió por WhatsApp «Mi bebito  FIU FIU».

El mayor problema es que nuestra sociedad ha normalizado el hostigamiento sexual laboral. Dentro de una institución pública, los propios compañeros y compañeras de trabajo no solo se muestran indiferentes ante evidentes demostraciones de acoso de algún compañero o jefe hacia una trabajadora, sino hasta lo celebran, haciendo bromas en doble sentido, pasando por alto esta violación a los derechos de la trabajadora. El acosador se siente respaldado por sus compañeros, prosiguiendo con sus actitudes de hostigamiento sexual.

Cuando una trabajadora contratada es acosada por el jefe inmediato y ella se resiste a sus pretensiones, éste empieza con los actos hostiles, las amenazas sutiles, recarga intencional de tareas para que se extiendan fuera del horario normal de trabajo. Rechazar los informes o tareas asignadas tachándola de mal hechas y devolviéndoselas una y otra vez hasta que la trabajadora ceda a sus pretensiones o cansada, termine renunciando.

El enfoque de género nos permite analizar las relaciones de poder. En la relación hombre-mujer existen desigualdades pues por cultura la mujer debe estar subordinada al hombre. Por los estereotipos de género se considera que el hombre tiene supremacía sobre la mujer y, por tanto, la discriminación estructural se manifiesta desvalorizando el trabajo que realizan las mujeres.

De allí que cuando se designa cargos de poder o de decisión, la mayoría son ocupados por los hombres porque consideran que tienen más autoridad o que lo harán mejor que las mujeres. Si no es por capacidad, entonces aluden que las mujeres no pueden asumir esos cargos porque deben regresar pronto a su casa para cocinar y cuidar a sus hijos por lo que ya no tendrán el tiempo suficiente para dedicarse con eficiencia a su trabajo.

El hostigamiento sexual puede producir estrés, ansiedad e insomnio en la trabajadora, afectando su salud física y emocional. También vulnera su derecho a la participación en espacios de toma de decisiones. Vulnera sus derechos económicos y sociales. Esto es un tema muy serio que muchas veces no nos damos cuenta porque convivimos con ella como si fuera parte de nuestra normalidad.

El hostigamiento sexual en el centro de trabajo no es nuevo. Sin embargo y a pesar de que existan leyes específicas y la ratificación por nuestro país del Convenio 190 (OIT) Convenio sobre violencia y acoso, se sigue perpetuando, con mayor énfasis en las entidades públicas, lo cual nos demuestra que no basta endurecer las penas, en tanto no se priorice el enfoque de género y se valorice a las personas por lo que son, personas con derechos en igualdad de oportunidades y eso va desde la familia, los primeros años en la escuela y durante toda la vida.

     
 

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