La universalidad de la añoranza en Bajo el mismo cielo de Andrés Jara

Docente y escritor
Bajo el mismo cielo (2009) es el segundo poemario de Andrés Jara que ahora se presenta en su segunda edición.
El título evoca, en primer lugar, el sentido de pertenencia, pues los hechos poéticos ocurren en este valle de cielo límpido; pero a la vez, el título, puede sugerir el sentido de la universalidad, pues sin importar las diferencias individuales o geográficas, frente a literatura, como asevera Vargas Llosa, acaso con más intensidad en la poesía, todos los hombres nos cobijamos bajo el mismo cielo.
En ese sentido, hay que remarcar estos dos aspectos: origen y universalidad. El origen es el lugar y las circunstancias en que la palabra se vive, se gesta, y más tarde se vuelve poesía y la universalidad, es aquella que se relaciona con la perspectiva de la recepción del objeto artístico, es decir, con las experiencias individuales que vive -o vivirá- cada lector, independientemente de las circunstancias que rodean su vida, el contexto geográfico donde se encuentre, porque la poesía, especialmente la de Andrés Jara, parafraseando a Jorge Teiller, permite a los hombres acercarse a las añoranzas humanas y conocerse un poco más de lo que se conocen.
El libro consta de cuatro partes: Pertenencias, Historias paralelas, Amor en estos lares, Amor bajo el tejado.
Pertenencias, es el segmento con que inicia el libro, y es la poetización, a partir de la añoranza y el diálogo con las cosas y los amigos, que forman parte esencial del recuerdo y la vida actual del hablante lírico: los libros, los amigos, el yugo, el baúl, los papeles, la máquina de escribir, la honda, el huaino, la generosa olla de barro, la fogata, la banca que el poeta atesora en la memoria y en la realidad; elementos sencillos que han contribuido en la construcción de su identidad poética y personal.
Veamos algunos fragmentos:
I
Unos cuantos libros/ entre novelas/ cuentos/ y poemas/ atesorados desde el día/ en que descubrí/gracias al azar/ que la felicidad/ con ellos y entre ellos/ por fin era posible. / Unos cuantos libros/ gratos compañeros/ en la soledad y la vigilia.
El poema testimonia la relación afectiva entre el poeta y los libros. Los libros no solo son para el poeta objetos de lectura sino fuentes de bienestar emocional, refugio intelectual y compañía incondicional. La felicidad que brindan no es efímera, sino una posibilidad duradera que transforma la experiencia de la soledad en espacios enriquecedores.
El siguiente poema es un testimonio de amor a «la máquina de escribir», y al proceso de la creación poética.
VI
Del armonioso golpe sobre las negras teclas/ surgían a borbotones el sortilegio de las palabras/ para transformarse en llana poesía. / Tu cinta siempre negra/ saliendo presurosa del carrete/ avanzaba por la misma rúa de siempre/ dejando tras su paso una estela de letras/ convertidas luego en historias e himnos/ que cantaban los esplendores pretéritos.
Como se ve, estos versos celebran el acto de escribir poesía como un proceso orgánico y también a la antigua máquina de escribir como aliada y como medio para el flujo de la creación poética.
El segundo segmento es Historias paralelas, es una sección donde los personajes poéticos son el padre, la madre, el hijo, el árbol, el perro, el río, elementos que forman parte de su hábitat poético y las vivencias que el poeta evoca para delinear su cristalina y profunda poesía.
Veamos algunos poemas:
I
A la izquierda del angosto camino/ una acequia con aguas/ que cristalinas/ se bifurcan raudamente. / Junto a aquella almenara/ una hilera de viejos sauces/ lloran inevitablemente/ el verano, perfilando con sus frondas/ caprichosas e imposibles/ geografías/ sobre la grieta de la tierra. / Bajo la sombra/ del árbol más añoso/ el padre descansa la faena/ olvidando por un instante/ resquemores y agotamientos. / Más tarde, se levanta, mira el sol, / sabe que la mañana se está yendo;/ entonces retorna, solo, imperturbable, / a su tarea/ brutal, a su condición de labriego. / Como los sauces, / él se inclina nuevamente ante la tierra. / No hay paz en su memoria.
El poema presenta un retrato realista de la vida del labriego (su padre), contrastando la aparente serenidad del paisaje con la dura y persistente realidad de su existencia. La naturaleza no solo enmarca la escena, sino que también refleja el estado interior del hombre: su cansancio, su resignación y, sobre todo, la ausencia de paz en su espíritu. Es un tributo a la tenacidad de los hombres que viven de la tierra.
En el tercer segmento Amor en estos lares. Se trata de un conjunto de poemas de amor que el hablante lírico construye desde su experiencia vital y estética de las cosas del amor.
Veamos algunos fragmentos:
Encuentros
Amo la geografía de tu cuerpo que no me pertenece / cada palmo de tu piel que enardece mi sangre. Amo tus manos y las cosas que ellas tocan/ amo tus ojos que miran los plenilunios totales / amo la carne de tus labios que atisbo con codicia/ amo tu voz y el eco de tu voz resonando en mis/ adentros.
Este fragmento lírico es una apasionada declaración de amor y deseo, centrada en la fascinación total del poeta por la persona amada. Se rinde ante la belleza y la esencia del ser amado, enfocando su admiración en aspectos físicos y sensoriales. Pero, a pesar de la confesión de que el cuerpo amado no le pertenece, el poema revela una posesión emocional y espiritual profunda.
El cuarto segmento, Amor bajo el tejado. Se trata de un conjunto de poemas que realzan el amor por el lar nativo: el pueblo, la noria, las aguas, los árboles, el sol, la luna, etc. Por ejemplo, en el poema Amor por este cielo, el poeta expresa un amor profundo y arraigado por un paisaje específico (Huánuco) que va más allá de la admiración estética para convertirse en un sentimiento de pertenencia y reverencia.
Leamos el fragmento.
Amor por este cielo
Yo solo sé que quiero/ a esta comarca velada por tres montañas, / quiero toda su geografía, / sus estrechos valles, sus ensenadas, / sus campos verdes, y sus colinas, reinos de brisa. / Quiero a su río que pasa imperturbable/ desdeñando los clamores del gentío que lo mira, / adoro cada guijarro que se disemina por sus orillas infinitas/ que llegaron hasta aquí rodando/ desde muy lejos en tiempos inmemoriales/ para embellecer este territorio, / quiero también la arena de sus meandros y sus playas/ que me dan su calor al mediodía al contacto con mis/ pasos. (…)
Como se observa, este fragmento es un himno al terruño, una expresión de topofilia. El poeta no solo describe el paisaje, sino que lo anhela, lo adora y desea fundirse con él en un acto de profunda conexión. La comarca, sus montañas, su río, sus guijarros y su arena son elementos que trascienden su materialidad para convertirse en símbolos de historia, permanencia, belleza y refugio.
En conclusión, Bajo el mismo cielo es un poemario de la añoranza, que dialoga constantemente con la memoria, con esa «caja negra personal», del poeta, que contiene vivencias, querencias, la interacción con personas, objetos, animales, plantas, espacios geográficos, que han perfilado su vida y su hábitat poético. En cuanto a la forma se trata de un poemario sencillo y rítmico, profundo y trasparente, sin tecnicismos, ni sintaxis complicadas que pueden distraer al lector. Por lo que el lector puede acercarse y conocerse (o reconocerse) en sus páginas.