Mi gato tiene estrés

Germán Vargas Farías

Sinceramente, no sabía que el gato, cuya vida —sin ofender— es dormir, comer, acicalarse, ser engreído, y maullar para que se le preste atención, podía sufrir de estrés.

Eso dijo el veterinario cuando se le llevó porque empezó a manifestar alteraciones digestivas y urinarias, excretando incluso fuera del arenero, lo cual parecía fastidiarlo más regalándonos un solo de maullidos durante las noches que lo único que conseguían era generalizar la frustración.

El gato, Ghost se llama, está bien ahora. Duerme, come, utiliza regularmente su arenero, se acicala, maulla serenamente, y recibe la dosis que requiere, y un poco más todavía, de mimos y caricias. El tratamiento médico fue acertado, y ya sabemos que por su edad —es apenas un poco más joven que yo— requiere más cuidados y atención. Yo también, pero no digo nada.

Quise contarles sobre el estrés de Ghost porque veo que algo parecido sucede con personas de mi entorno. Por supuesto que he notado eso que llaman estrés positivo, que según entiendo es aquél que ayuda a nuestro organismo a reaccionar adecuada y eficientemente a los problemas que se nos presentan y que se manifiesta en creatividad, iniciativa y energía.

Sin embargo, hay también del otro estrés que puede generarse por problemas familiares, desempleo o dificultades en el trabajo, así como por enfermedades, sensación de inseguridad, desastres, entre otras diversas razones. Nos provocan tensión emocional, con consecuencias físicas y psíquicas. A diario enfrentamos situaciones cargadas de estímulos estresores y, aún en personas ecuánimes y maduras, es normal que se exprese la irritación y el hartazgo.

Alguna vez fui invitado a dar charlas sobre el principio de protección en riesgos de desastres a representantes de instituciones del Estado y de la sociedad civil del norte del país, y una de las afirmaciones que repetíamos, casi como un mantra, es que, en circunstancias anormales, como desastres, es normal que las reacciones humanas sean anormales.

Lo recuerdo y menciono porque, a veces, sin intención de dañar seguramente, adoptamos una actitud crítica cuestionando las respuestas de estrés de los demás y, en ocasiones, también de las propias.

Estamos viviendo situaciones muy complicadas, estresantes por causas que no está en nuestras manos evitar. Ante ello es necesario implementar prácticas de autocuidado. No es exactamente el caso, pero, por ejemplo, frente a la sobrecarga de información sobre los desmadres y el descaro de los grupos políticos que gobiernan el país, la evasión o ignorarlos no es alternativa, pero es importante, a ratos, desconectarse, tomar distancia.

No debemos estar enfocados en la vileza de sus actos, nuestros pensamientos y planes deben centrarse en la verdad o justicia que queremos alcanzar.

Tan importante como planificar nuestras actividades, ofreciendo nuestro mejor esfuerzo, es planear y respetar nuestro descanso. Eso, y la búsqueda de un entorno seguro, rodeado de personas que te cuiden y respeten, y que sepan que pueden contar contigo para lo mismo, es clave.

Si pese a todo la situación de estrés nos sigue agobiando y provoca otros problemas de salud, lo mejor es, como hicimos con Ghost, acudir a un especialista. Todos merecemos estar mejor.

     
 

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