Palabra de taxista
Mire, don Gabriel Eligio, yo soy taxista toda mi vida. A mucha honra, me hice taxista muy joven, apenas terminado mi secundaria en el glorioso colegio Leoncio Prado, en aquellos jodidos tiempos del primer gobierno aprista. ¡Vaya tiempos aquellos! El país se iba a la mierda: sendero se había apoderado de casi toda la sierra y la selva y había rodeado a Lima peligrosamente; con la inflación, lo que hoy ganabas, mañana no servía para nada pues el dinero se hacía humo, y la escasez de alimentos era tal que para conseguir una lata de leche, una botella de aceite, un kilo de fideos o un galón de kerosene, teníamos que hacer inmensas colas de un día para otro, tal como ahora les sucede a los pobres venezolanos en su país hecho pedazos.
Con esa situación tan jodida no me quedó otra que pedirle a mi padre que me prestara su viejo sapito, que son unos carros que ahora ya no se fabrican pero que tienen buen punche y son muy económicos y ponerme a taxear por las calles de la ciudad que ahora, casi cuarenta años después, las conozco de memoria.
Yo, don Gabriel Eligio, he visto crecer a esta ciudad. Con estos ojos que algún día se cerrarán para siempre, he podido ver cómo Paucarbamba iban ampliándose a medida que todos los sectores de San Luis, con sus casitas como panales de abejas, subían hacia los cerros. He visto nacer y crecer a Pillco Marca, en donde el cemento iba reemplazando a los sembríos de camotes, maíz y caña de azúcar. Para abreviarle, don Gabriel Eligio, he visto cómo, de la noche a la mañana, Huánuco, que era una pequeña ciudad de unos dos o tres kilómetros de largo y en donde no había más de cien taxistas como yo, estiró sus límites en tan poco tiempo. Porque ahora fácilmente se puede decir que nuestra ciudad comienza en Yanaj y termina en San Andrés, pasando La Esperanza.
¿Quién hace algo para evitar el tráfico endemoniado de la carretera central en Pillco Marca? Nadie. Solo al inicio de su gobierno, el hoy investigado profesor Alvarado dijo que construiría una vía de ocho carriles: farsante puro. Lo único que seguramente quería era levantarse el presupuesto y poner la primera piedra. Nada más
Ahora, ya nadie taxea en un sapito. Yo tuve que comprarme un auto chino y pequeño para competir ya no con los cientos, sino con los miles y miles de taxistas que rodamos por estas calles. Esos jóvenes bayateros, por ejemplo, me recuerdan a mí, cuando también joven como ellos, me vi obligado a taxear para ganarme la vida. Pero no me quejo, a pesar de todo esta vida me ha tratado bien y hasta he sobrevivido al Covid, que ya es mucho pedir.
Por eso, don Gabriel Eligio, como conozco la ciudad palmo a palmo, puedo decir con conocimiento de causa que cada día estamos peor. Nuestras autoridades, ladronas casi todas ellas y con contadas excepciones, no quieren a esta ciudad como yo o como usted. Porque si ellos tuvieran una pizquita de amor, un gramito de cariño a esta ciudad, no la tratarían como la tratan, miserablemente. Si quisieran a este pueblo, harían pequeñas y grandes cosas para mejorarla cada día. Pero nada de nada, esto está cada día peor.
Por ejemplo, ¿quién hace algo para evitar el tráfico endemoniado de la carretera central en Pillco Marca? Nadie. Solo al inicio de su gobierno, el hoy investigado profesor Alvarado dijo que construiría una vía de ocho carriles: farsante puro. Lo único que seguramente quería era levantarse el presupuesto y poner la primera piedra. Nada más.
Otro caso, el recién inaugurado puente Esteban Pavletich, que costó una millonada, pero con defectos serios, sobre todo en el sistema de drenaje. Cada vez que llueve el puente se inunda y, peor, cambiaron el tráfico haciendo que los carros no entren de frente a la ciudad, sino tienen que dar una semivuelta por el jirón Dos de Mayo generando atracones en esa calle.
Ahora mismo, don Gabriel Eligio, en las esquinas de la Alameda de la República y Huallayco se generan increíbles atascos pues la otra vía de ingreso que es el jirón Dos de Mayo está cerrada en las cuadras catorce y quince no se sabe hasta cuándo. Hace meses que han levantado el asfalto, dice para mejorarla, pero no avanzan nada. Esas dos cuadras se han convertido en un barral con las últimas lluvias.
Le cuento que hace un par de días hice una carrerita hacia el aeropuerto. Y allí, a la entradita, es decir en el puente de Las Moras, que es por ley la entrada o salida a Huánuco para los que vienen en avión, uno se topa con dos huecos que cada día se abren y se profundizan más. ¿No podrá, alguna autoridad, ordenar el parchado inmediato, antes que esos baches del puente se conviertan en un peligro para todos?
Ahh, si le contara sobre las demás calles de nuestro querido Huánuco, don Gabriel Eligio. Seguro que se moriría de rabia al saber que nuestra ciudad es un desastre solo por la incompetencia, avaricia e indolencia de sus autoridades. Claro que también nosotros tenemos la culpa, por nuestra apatía e indiferencia, pero sobre todo, por elegir tan mal en tiempos electorales.
Por aquí lo dejo, don Gabriel Eligio. Usted en lo suyo y yo en lo mío. Y como ve, lo mío es taxear recorriendo todos los días las calles de esta ciudad que crece monstruosamente.
Huánuco, 06 de marzo del 2022.