Reza y no cuentes nada

Naylamp Cueva

Fui monagillo desde los 12 años, vestía túnica blanca capucha roja y un cordón blanco sobre la cintura que me recordaba a cada instante mi compromiso y «atadura» a la religión y a los preceptos de la iglesia católica, cristiana y apostólica.

Pertenecía a la Orden de Frailes Menores (OFM) o mejor conocidos como los franciscanos, y siempre que se oficiaban las misas estaba ahí acompañando al «padre» como llamábamos al sacerdote, porque claro, era como nuestro segundo padre; en mi caso sí se aplicaba porque mi padre murió en un trágico accidente de tránsito en el kilometro 497 de la Panamericana Norte, cerca del distrito de Virú, llegando a Chao en la región La Libertad, un 25 de diciembre a las 5:00 de la mañana.

He terminado de leerle a Valentino «Dejarás la tierra» de Renato Cisneros y se han volcado todas las historias que pasé y leí sobre sacerdotes, sus amoríos, fobias y filias, como la vivida por el cura huacarino Gregorio Cartagena y Nicolasa Cisneros… «Quienes, en un último acto justiciero, reservaron tumbas contiguas para compartir la eternidad con la cercanía que les fue prohibida en vida…» Pag. 16 de la obra.

Antes de esta obra de profanación familiar y desentierro de memorias, Valen venía de leer «Atrévete a cruzar el puente» del escritor y amigo Mario A. Malpartida Besada, libro que me fue donado por el mismo profesor de literatura en una exposición pictórica que presenté en el Grand Hotel de esta ciudad, que curiosamente en una de sus páginas relata «…Claro que no se puede negar que, de haber falta, la hay, ¡y falta inaceptable! – remarcó Lieri (sobre la conducta poco santa del padre Elmer Reverte) apelando al sexto mandamiento y que curiosamente el padre Luis Lieri ignoró a la hora de presentársele el camino hacia la desobediencia de los votos de castidad o de celibato.

Los sacerdotes que a menudo se han enamorado experimentan una profunda culpa por el pecado cometido, dilema entre el deseo y la fe, tal es el caso del padre Amaro Vieira en la novela del escritor portugués Eca de Queirós en «El crimen del padre Amaro», quien se enamora de Amelia Sanjoaneira, terminando en un trágico desenlace que la iglesia cubre y aúpa entre sus mantos sagrados. Nos vamos hasta Francia de Stendhal para leer que un aspirante a clérigo y formado por Chélan, cura de Verriéres, que de manera arribista se convierte en amante de Madame Rénal, esposa del alcalde de Verriéres en la célebre novela «Rojo y Negro» de Stendhal, para finalmente recalar en la obra de Edmundo López Bago, «El Cura», que fue vetada por la iglesia por sus descripciones atentatorias contra la moral de los representantes de Dios.

Mi paso por la iglesia fue de cinco años, vi y experimenté que las acciones terrenales de algunos seres no definen la condición de toda la humanidad por muy perversas y lascivas que estas sean, porque la condición humana no se agota con estos actos de maldad, sino por la redención y el cambio; he visto de cerca amores prohibidos y otros vejatorios, he leído sobre las constantes noticias sobre abusos a jóvenes aspirantes y seguidores de los preceptos celestiales y que han tenido al sacerdote o cura, como el «padre» que finalmente se ha convertido en el ser de la marca indeleble y nefasta.

Sentir cariño, amor o sentimientos hacia otra persona es celestial, en el Salmo 139: 1-4 dice: que Dios conoce todo de nosotros, no hay nada que se esconda de él, los sentimientos fueron hechos por él y nos ha dado un regalo para nuestra propia personalidad, por lo que el sentir algo por alguien no es malo y en nuestros tiempos más aún, de manera indistinta, pero valerse de la condición de tutor y apoderado para cometer actos reñidos y atentatorios en nombre de la fe o de la iglesia, eso sí es nefasto.

Tengo una fe inquebrantable en alguien superior a mí y que ha obrado en cada momento de mi existencia y no voy a poner en tela de juicio ni a discutir teorías o preceptos sobre los que ya se ha escrito con respecto a la existencia de Él, pero difiero sobre la conducta de algunos de sus representantes que tanto daño han hecho y que la cruz de esperanza que se prometió se convirtió en la cruz que se carga durante toda la vida.

 

     
 

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