Un árbol ¿es realmente importante?

Mg. Lincoln Edwin Soto Rosales

Entendemos que un árbol posee vida y, en el desempeño de sus funciones primordiales, aporta significativamente para asegurar la continuidad de nuestra existencia. Aunque la mayoría de personas identifica la importancia de un árbol por la mitigación del dióxido de carbono (CO2), pero este nos otorga mucho más que el mero secuestro de carbono. Si bien es cierto que los árboles mitigan gran cantidad del dióxido de carbono presente en la atmósfera (el conocido secuestro de carbono durante su crecimiento anual), también es cierto que es determinante para la cantidad de carbono secuestrado anualmente el tamaño y la salud del árbol, porque estos factores determinan la eficiencia en el desempeño de esta actividad.

Entre otra de las funciones que desempeña un árbol se encuentra la regulación térmica natural de la temperatura. Un árbol puede reducir aproximadamente 10 °C la temperatura ambiente circundante a su posición con la evapotranspiración; es decir, captando CO2 y liberando vapor de agua a la atmósfera.

También, adicionando a los diferentes servicios ecosistémicos que nos proporciona para reducir el incremento de calor como: proporcionarnos más zonas de sombra, facilitando el incremento de espacios destinados al descanso por el incesante incremento de calor a causa del cambio climático; la reducción de la contaminación en la atmósfera, ofreciéndonos por consecuencia una mejora significativa en la calidad del aire que respiramos a diario; de igual forma, el cuantioso incremento en la belleza paisajística del ambiente que nos rodea se hace presente por el aporte que constituye la existencia de árboles en nuestro entorno.

En la actualidad, es innegable el importante papel que desempeña un árbol para nuestra vida, porque por sus aportes se mantiene nuestro entorno, ya sea como el hogar en el que múltiples especies encuentran refugio, como el proveedor de exquisitos frutos que alivian el hambre de numerosas criaturas, el sustento como la madera que empleamos para calentarnos en temporadas de frío o una cortina rompevientos que aminora la fuerza de ciertas corrientes de viento para evitar el perjuicio de algunas personas.

Por esto, me falla el entendimiento en ciertas ocasiones cuando intento hallar una sensata explicación para ciertas de nuestras conductas como especie: el abuso en el consumo de nuestros limitados recursos naturales por el afán de satisfacer una infinita cantidad de necesidades que ignoran las necesidades de las futuras generaciones.

Los árboles, por ejemplo, representan uno de los bastiones que sostienen la cotidianeidad como la conocemos, pero nuestra avaricia y el interés por satisfacer una inagotable ambición por poseer aquello que no es de nuestra propiedad está conduciéndonos al agotamiento de amplias zonas boscosas.

El don de la vida se está agotando como se escapa la arena del tiempo por las hendiduras de nuestras manos.

La gran mayoría de nuestras acciones están acabando con el equilibrio natural de nuestro planeta, tanto así que se hace más necesario ahora aunarnos con aquellas personas que están intentando cuidar del planeta para asegurar el porvenir.

Las acciones que emplean las personas consientes pueden ser consideradas absurdas por otros: el segregar tus residuos sólidos, el asignarles una nueva utilidad a tus residuos aprovechables, el proporcionarle un adecuado mantenimiento al recubrimiento vegetativo de tu jardín o el reforestar ciertas zonas que antes contaban con presencia forestal. Estas actividades pueden no generar el cambio que necesita nuestro planeta; pero, el cúmulo de estas prácticas repetidas diariamente por un mayor número de personas alrededor del mundo encausaría una sucesión de mejoras que modificarán el caos ambiental de la actualidad y nos darán la calma que añoramos en nuestro entorno. Por esto, entendamos de manera inexpugnable, nuestras pequeñas acciones generan grandes hábitos, que de no ser encaminados hacia nobles fines que persigan el bienestar general terminarán por acabar la existencia de la vida en nuestro planeta. En consecuencia, busquemos perpetuar nuestra existencia en el tiempo, si no es posible hacerlo de forma física, hagámoslo con actividades que aseguren la existencia de los recursos naturales disponibles para la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras, de manera que nuestros congéneres recuerden y emulen nuestras positivas prácticas en favor del bienestar general.

     
 

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