Cicatrices en la niñez

Germán Vargas Farías

El título de este artículo viene a cuento de un comentario que escuché recientemente durante el Foro «El impacto de la violencia en los proyectos de vida de la Niñez y Adolescencias», que organizó el Grupo Impulsor para poner Fin a la Violencia contra las Niñas, Niños y Adolescentes (GIVNNA).
Yuri Cutipé Cárdenas, quien fuera director ejecutivo de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), y se desempeña en la actualidad como ejecutivo adjunto del despacho ministerial, manifestó, refiriéndose a la violencia que sufren niñas y niños, que los daños generados son traumas imposibles de olvidar, que se pueden resignificar y vivir con ellos, pero permanecen como una cicatriz.
La cicatriz como imagen es fuerte, pero precisa en tanto se refiere a esa señal que queda después de una herida o lesión en la piel. Posiblemente, como yo, todas y todos ustedes tengan alguna, y dependiendo de la zona de nuestro cuerpo donde esté han intentado maquillar para cubrirla. Las cicatrices que mencionó el doctor Cutipé, son más difíciles de tratar, a veces se logra hacerlas menos visibles, pero nunca se borran por completo.
En el Foro del GIVNNA se advirtió la coincidencia entre la y los especialistas que intervinieron, no solo en el diagnóstico sino en la forma como se debía enfrentar la violencia contra la niñez. Además del funcionario del MINSA, representantes del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables-MIMP, Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social-MIDIS, Ministerio de Salud-MINSA, y del Fondo de Población de las Naciones Unidas-UNFPA. Concordaron en la importancia de enfatizar la prevención, por ejemplo, aunque Cutipé reconoció que Perú es uno de los países que menos invierte en salud en general.
Organizaciones de la sociedad civil que promueven y defienden los derechos de las niñas, niños y adolescentes hace tiempo que denuncian, en base a información oficial, que la inversión del Estado para hacer realidad una vida libre de violencia para las niñas y niños de nuestro país es insuficiente.
Es evidente que más allá de la buena voluntad de algunas funcionarias y funcionarios, sus discursos e intenciones no se condicen con la exigua inversión del Estado por lo que se reclama un programa presupuestal específico que garantice la protección de las niñas, niños y adolescentes, promueva relaciones equitativas y respetuosas, y ofrezca servicios de calidad.
Aunque se suele decir que la plata no resuelve todo, la priorización del gasto público en la prevención y atención de las situaciones de violencia que afectan a niñas, niños y adolescentes es urgente y debe responder a planes y políticas congruentes que garanticen sus derechos.
Vinculo lo que se trató en el Foro del GIVNNA con lo que escuché ayer en el conversatorio sobre los Desafíos de la Niñez en el Perú, que se realizó en uno de los auditorios del MIMP.
Representantes de niñas, niños y adolescentes que participan en organizaciones que son parte del Programa Centralidad de la Niñez Perú, leyeron un manifiesto que, dijeron, representaba las voces hasta ahora silenciadas, «ante la inseguridad, violencia, desatendida salud emocional, moral y afectiva, en conclusión, la despreocupación por nosotras y nosotros».
Denunciaron la violencia cotidiana presente en todos los espacios, y la difusión que tiende a normalizarla «como natural y única forma de convivir».
Reclamaron que no se les robe la esperanza, proclamando que es posible otra forma de convivir, otra forma de hacer familia, de hacer comunidad, otra forma de ser un país donde su niñez y adolescencia estén tiernamente protegidas y adecuadamente alimentada.
Propusieron la ternura como «el camino para que se cumplan nuestros sueños y recuperar la esperanza de vivir en un país mejor», y trabajar para lograr una sociedad justa, equitativa y solidaria con cero violencias y 100 % ternura.
Si se atendiera las recomendaciones de los organismos internacionales, lo establecido en las normas y convenios suscritos y, sobre todo, las voces de las niñas y los niños, podríamos evitar heridas y cicatrices que, más temprano que tarde, nos recordarán lo que omitimos o hicimos mal.

     
 

Deja una respuesta