Conmemoran 32 años del fallecimiento de Rodolfo Holzmann

En el distrito de Conchamarca, en un modesto cementerio, yacen los restos de Rodolfo Holzmann, notable músico alemán cuya obra resonó en tierras peruanas y contribuyó a la cultura musical en Huánuco. Ayer, en conmemoración de los 32 años de su fallecimiento, una romería dirigida por la Universidad Nacional Daniel Alomía Robles llegó al cementerio de Conchamarca, donde recordaron su trabajo y sus obras.

Él pidió ser enterrado en ese distrito, según cuenta su viuda, Carmen Nano Temoche. «Mi esposo amó mucho este pueblo y ahí está donde quiso descansar para siempre. Amó tanto a Huánuco», relató durante frente a la tumba del músico fallecido en 1992.

La extensa trayectoria de Holzmann inició en su natal Alemania, donde estudió con otros reconocidos músicos. A su llegada al Perú, en 1938, Holzmann impulsó la naciente Orquesta Sinfónica Nacional y la Academia Nacional de Música Alcedo, hoy Conservatorio Nacional de Música.

Pero su vínculo con Huánuco inicia en la década del 73. Cuenta Rubén Valdez, quien fuera amigo de Holzmann, que cuando el músico llegó a Conchamarca «descansó en el bosque que está al lado del cementerio y se quedó a escuchar el concierto del bosque, las aves. Se enamoró de eso, por eso se quedó acá».

Rodolfo Holzmann asumió en 1975 la dirección de la Escuela Regional de Música Daniel Alomía Robles, que por entonces ya tenía más de 20 años de creación. Cuentan que, durante su dirección, hasta 1981, propuso una reforma radical en la formación musical.

«Muchos que ya estaban por terminar sus estudios tuvieron que empezar de nuevo, porque fue un plan de estudios modelo, bajo los estándares nacionales. Iniciaron trabajos de arreglos, de dirección orquestal», relata Valdez.

La Escuela de Música —acotó— desde los 60 hasta fines de 70 no tuvo conocidos artistas; «pero después de Holzmann ahí tenemos a Arturo Caldas, Ghandi Olivares, Jorge Castro», reconocidos compositores huanuqueños.

Por el aniversario del su fallecimiento la Undar colocó una placa en la tumba de Holzmann con el epitafio: «Su vida, la música».

     
 

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