Nacer y morir: la clave

Cualquier tiempo es bueno para vivir o morir. Se nace o se muere, tanto en enero como en diciembre; un mayo o un setiembre; un lunes o un domingo; una mañana, una tarde o una noche cualesquiera. Vida y muerte son insoslayables para cualquier individuo, sea este rico o pobre; negro, chino, cholo o blanco; famoso o anónimo; creyente, agnóstico o ateo; rey o esclavo; niño, joven, adulto o anciano. Todos alguna vez nacieron, todos alguna vez morirán.

Siempre la luna

Soy un fanático de la luna, soy su admirador supremo; soy, tal vez, el que más la extraña, el que más la ama. Me enamoré de ella, creo, cuando era todavía un niño, cuando acompañaba a mi padre en los riegos nocturnos de la chacra donde él cultivaba el sustento de la familia.

La casa de Neruda

No creo que haya joven medianamente instruido que no haya leído o, por lo menos, escuchado algún poema de Pablo Neruda, poeta chileno, Premio Nobel de Literatura en 1971. Seguro que el primer verso del Poema 20 muchos lo saben de memoria: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche./ Escribir por ejemplo: La noche está estrellada,/ y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

Dúa viaja en avión

Rafi, mi madre, murió muy anciana hace un poco más de un mes. Por eso, yo me quedé huérfana y sola en una casa grande, solitaria, de dos pisos, sin nada que hacer, salvo ladrar con impaciencia en el día; y en las noches, dormir a sobresaltos, escuchando las risas, los parloteos, los llantos de los niños que llegaban desde las casas vecinas.

Setiembre

Todos, por alguna buena o mala razón, tenemos un mes que ha marcado nuestra existencia y lo evocamos constantemente a lo largo de nuestras vidas. Un mes que siempre traemos a la memoria. Quizás nos recuerde algún hecho triste o alegre; funesto o dichoso; tal vez un triunfo o una derrota. Ese mes, en mi caso, siempre será setiembre…