El mes de las letras

Abril, el mes de las letras, para muchos colegas y amigos unidos por la literatura, como también para este escriba ha sido estimulante. De manera especial la semana pasada fueron días frenéticos, con muchas actividades en instituciones públicas como privadas: feria de libros, incentivo del plan lector, día del idioma, aniversarios, y más etcéteras.

El río y la luna

Al fondo de mi huerto hay una vieja pared de tapial que colinda con la ribera del río. Camino hacia allá y, utilizando la llave, abro con cierta dificultad el portón. Avanzo hacia afuera y, ante mis ojos que no se cansarán de asombrarse, aparece, con toda su imponencia, el gran río Huallaga.

El desalojo

A media tarde del viernes 28 que pasó, una llamada a mi celular interrumpió la amena reunión que tenía junto a mis amigos Jorge, Jacobo y Juan. Me llamaban para advertirme que más de un centenar de policías se habían apostado por las cercanías de mi huerto y mi interlocutor no sabía cuáles eran las reales intenciones de los uniformados. Le contesté que yo era un hombre de bien, que no tengo problemas con la policía; por lo que esa cantidad solo justificaba el inminente desalojo (que ya se voceaba desde hace varias semanas) del local Villa Cariño, el último reducto de un lenocinio que funcionó desde los últimos años de la década del sesenta del siglo pasado.

Después de las lluvias

Mi padre que conocía bien los vaivenes de la naturaleza siempre enfatizaba de que en la larga temporada de lluvias, el mes de marzo era el más peligroso, el más dañino. «A marzo le tengo miedo. En marzo llueve días enteros, en marzo el río crece como nunca, en marzo se tapan los caminos. Marzo es muy peligroso y debemos estar alertas», decía él que había sabido convivir, aunque no siempre, en armonía con las fuerzas naturales. «Marzo es marzo», enfatizaba como para que no queden dudas.

Las lluvias y el río

Toda mi vida lo he pasado entre el huaico y el río. Ya no tengo la cuenta exacta de cuántas avalanchas bajaron por el cauce de la quebrada de Las Moras causando, muchas veces, estragos entre las pocas familias que moraban en aquellos lejanos tiempos. No quiero ni imaginar lo que podría suceder si un huaico de grandes proporciones bajara con su estrépito ensordecedor ahora que todo, absolutamente todo, está poblado descontroladamente.