¡Adiós, inconquistable!

—Cuatro —dijo el Jaguar—. Pero bien heladas.
Hay que brindar por Mario Vargas Llosa, al margen de la pena por su repentino fallecimiento, porque se fue de este mundo dignamente, en un mes consagrado a las letras, después de ganarlo todo en literatura y retirarse de la escritura con la valla alta.
Los premios Biblioteca Breve, Rómulo Gallegos y Nobel de Literatura son apenas unos de sus galardones. En 2023 ingresó a la Academia Francesa de las Letras, el templo de inmortales como Víctor Hugo, Voltaire y Montesquieu, convirtiéndose en el primer autor en lengua española en ocupar uno de los sillones verdes.
No es desproporcionado llamarlo Peruano Universal, pues, pese a sus opositores políticos, supo divulgar sus ideas por el mundo y sostenerlas con coherencia a lo largo de su vida. Fue amado por la izquierda y detestado por la derecha; luego se cambió al liberalismo y comenzó a ser odiado por la izquierda. Sin embargo, supo mantenerse firme hasta ganarse la reputación que hoy lo merece.
Quienes lo admiramos supimos enaltecerlo con cada libro suyo leído. Personajes como el Poeta, el teniente Gamboa, Zavalita, Pichula Cuéllar, la niña mala, Pantaleón Pantoja, Lituma, Urania Cabral o ‘El Chivo’ Rafael Trujillo plagan nuestra memoria y nos deleitan con sus peripecias al abrir sus novelas. Pero además se encuentran sus libros de memorias, ensayos y artículos periodísticos de profunda reflexión y aleccionamiento.
Personalmente lo descubrí gracias a mi hermano mayor un día que, después de rebuscar entre las cosas de mi padre, me mostró un libro de portada amarilla cuyo título decía «La ciudad y los perros». Tenía entonces nueve o diez años y no sabía que esa novela me perseguiría hasta ahora con extrema fascinación, al punto de encausar mi vocación de docente y alimentar mi pasión por la escritura.
Pienso que, así como se admira a grandes futbolistas, cantantes y actores, para quienes amamos la literatura existen enormes referentes en nuestra formación que se ubican en un pináculo y a quienes les rendimos pleitesía, pese a que sus detractores quieran disuadirnos. Mario Vargas Llosa es uno de esos escritores míticos que ahora pierde ubicuidad terrenal para ganarlo en el «Olimpo de las letras universales».
—Gracias por tanto, Maestro. ¡Salud!