¿Cómo contar con liderazgos éticos?
Una reciente encuesta sobre intención de voto «si las elecciones fueran mañana» en Perú, encargada por un diario de Lima, da como resultado que un 30% de las personas a quiénes se les mostró una lista de nombres preparada por la encuestadora, indicó que no votaría por nadie de la lista. Y un 31% mencionó a 5 de las personas presentadas por la empresa, en porcentajes que iban del 12% al 3%. Estos resultados, si bien traen el sesgo del arbitrio de la empresa que colocó algunos nombres y omitió otros, nos evidencian una ausencia de liderazgos políticos en Perú.
Cabe indicar que el liderazgo político implica una dirección hacia un destino común, una visión de desarrollo que es compartida por un sector importante de la ciudadanía. Y esta visión concreta las valoraciones sobre lo que es bueno en una sociedad. Los antiguos griegos nos dejaron palabras para referirnos a los objetivos comunes y a la identificación de las prácticas, costumbres o carácter en la sociedad: telos y ethos. Se consideraba que tanto la finalidad (telos) como el carácter (ethos) son esenciales para una vida social plena y virtuosa. De allí surge la palabra «ética», para referirnos a las prácticas buenas, que moldean un carácter en base a virtudes. El no reconocer personas a las que se las vea con el carácter y objetivos de desarrollo que merezcan nuestra atención y sean seguibles, es decir, éticos, es la causa de la falta de liderazgos políticos reconocidos en la sociedad.
Ojo que dicho desconocimiento no implica que no existan. De un lado, las encuestadoras son las que hacen las listas que se les presenta a las personas encuestadas. De otro, para ser conocido o reconocido, se requiere de acciones previas publicitadas masivamente, lo que a su vez implica haber ejercido algún tipo de poder. Lo que nos conduce a un círculo vicioso en los sondeos de opinión: se reclama «gente nueva», «nuevos liderazgos»; pero no se puede opinar respecto de quién no tiene una fama masiva previa, así que las preguntas con respuestas inducidas sobre intención de voto, nos dicen muy poco sobre resultados plausibles. Peor aún, las nuevas normas constitucionales aprobadas de espaldas y contra la ciudadanía en este año, le dan superpoderes sin contrapeso al Senado, que con 41 votos podría destituir a quien sea electo presidente de la República.
Por ende, más importante que los nombres que se ponen en encuestas, es la educación ética de la ciudadanía que las responde y que en algún momento elegirá sus líderes. Para dicha educación se desarrolló en la Universidad de Constanza (Alemania), bajo la dirección del sicólogo y educador Lind, el método de discusión de dilemas y la comunidad democrática, para entrenar el pensamiento y el sentimiento ético, sobre la base de reconocer que las personas actuamos según impulsos: de evitar daños, obtener recompensas, obtener aprobación, respetar normas sociales, respetar acuerdos democráticos y respetar la dignidad humana y principios de justicia. Además, se desarrolló el test de juicio moral para medir las capacidades morales. Y se demostró que la moral puede ser enseñada y aprendida, en la medida en que se entrene a los estudiantes a actuar ante situaciones que tensen sus valores, usando el método de discusión de dilemas, dentro de una institución que fomente prácticas democráticas.
Cabe recordar que los Evangelios nos muestran que Jesús el Galileo, ya había pasado por pruebas éticas, conocidas como «tentaciones», que lo acompañaron toda su vida, aunque los relatos bíblicos las presenten en un sólo episodio.
Sea que oremos a Dios «líbranos de caer en la tentación» y nos mantengamos alertas ante ellas, o que nos entrenemos discutiendo dilemas éticos buscando actuar según impulsos superiores —la dignidad de la persona en vez del mero huir del dolor y buscar el beneficio, como hacen los animales—, la única forma de contar con liderazgos éticos, es cultivar entre nosotros razonamientos, sentimientos y prácticas que pongan la justicia por delante. Algo que podemos hacer en nuestras familias e instituciones desde ya.