Discapacidad a pedido

―Todos los documentos son originales, hermanito; no te preocupes, tú envíame tu foto tamaño carné, tu DNI escaneado y nosotros nos encargamos de discapacitarte.
―¿Así de fácil?
―Claro que sí, hermanito, y lo mejor es que no tienes que accidentarte, ni tener un mal verdadero, por último, ni siquiera tienes que ir al médico.
Felipe, quien horas antes no había creído una sola sílaba de lo que le habían contado, ahora sentía algo muy parecido al vértigo.
―Profe, ¿está ahí?… Pensé que se había cortado. Anímese, mire que después ya no se sabe si habrá otro proceso para nombrarse. Cuando uno está nombrado asegura su futuro, hermanito…
―¿Está en el sistema?, ¿no es necesario que lo corroboren?
― Hemos apoyado a más de 100 docentes para este proceso. Acá, papelito manda, hermano. Nos pagas la segunda parte cuando te nombres. Si tienes el documento que dice que eres discapacitado, ni la madre que te amamantó ni el buen Dios que nos creó se atrevería a decir lo contrario. Todo está en el sistema, todo está registrado.
― Yo le aviso…
― Anímate, tienes buena nota y si le sumas ese bono te nombras sí o sí y ya tu futuro está asegurado. Te estoy haciendo precio especial, 800 soles nomás y en tres días ya estás con todos los documentos oleados y sacramentados en el sistema.
Cortó el teléfono, quizá su interlocutor podría sospechar que lo estaba grabando, pero le importaba un pepino, se sabía impune, ¿quién lo respaldaba? O quizá el que una colega le haya dicho que lo iba a llamar le daba confianza pues a varios ya les había hecho el sacrificado trabajo de discapacitarlos sin quebrarles ni siquiera una uña. Continuaba sorprendido, sospechaba que esas cosas podrían ocurrir, pero ahora tenía la certeza de que ocurría siempre. Recordó a Pancho, quien aun siendo sordomudo y habiendo quedado ciego tras beber alcohol adulterado, tuvo que pasar por varios controles, presentar documentos de aquí y de allá para que un médico certifique que tenía discapacidad pocos meses antes de su muerte. Sintió rabia.
― Hermanito, hoy voy a mandar unos documentos a Lima. ¿Te animas? Solo trabajamos a pedido. Ese certificado te va a durar diez años, hasta para ascenso te va a servir. Dios nos da estas oportunidades pocas veces, no la dejes pasar. Recuerda que, en el proceso de nombramiento, el certificado es la ley.
¿Era cierto que todas aquellas personas que había mencionado habían comprado un certificado? Él había visto a la mayoría y nunca advirtió discapacidad alguna. Llamó a algunos amigos para contarles lo que estaba ocurriendo. Algunos, que sí siguieron el proceso de nombramiento y cuya documentación era legitima, le dijeron que lo haga público; otros, que habían trabajado de cerca en esos procesos, que mejor no se meta, que no valía la pena, que era mejor no meterse con esa gente, que esa práctica viene de años y nadie hace nada.
La persona que le había dado el contacto lo llamó y le preguntó cómo le había ido. Felipe le dijo que él no había seguido el proceso, que solo había dado el examen y que no tenía sentido comprar un certificado de discapacidad; ella, sin decir palabra alguna, cortó la llamada.
Se encontraba en su casa sentado junto a su gato leyendo una novela que hacía algunos días su profesor de aulas universitarias le había facilitado en fotocopia. Su lectura fue interrumpida por un mensaje de texto que decía: «Ya sabemos quién eres y para qué nos contactaste. No se te ocurra publicarlo, evítate problemas».
Felipe leyó el título de la novela: A donde el corazón te lleve. Sonrío, se levantó de su silla, se dirigió a su escritorio, encendió la computadora y comenzó a escribir.