80 días y seguimos contando
Por Germán Vargas Farías
Si cuarentena siguiera significando, como en sus orígenes, una espera o aislamiento de cuarenta días, hoy hemos cumplido una doble. Se estableció para intentar controlar las epidemias de peste negra en Europa, hace más de 640 años, pero nunca antes se había extendido tanto como ahora. Debido al coronavirus, y como una medida para evitar su propagación, gran parte de la población en el mundo ha estado, o sigue, confinada en sus casas. Una de las cuarentenas más prolongadas es la de Perú, aunque pareciera haberse desvirtuado y existen motivos que lo explican.
Seguiremos contando
Más dramático que contar los días, es cuantificar los muertos. Hasta ayer el reporte del Ministerio de Salud fue de 4634 fallecidos por causa del Covid-19, y de 170.039 infectados. Hoy conoceremos nuevas cifras, y seguiremos contando.
Cuando se dictó el estado de emergencia por primera vez, el 15 de marzo, y se decretó el aislamiento social obligatorio, teníamos la esperanza que las cosas irían mejor. El gobierno del presidente Vizcarra no había tardado en reaccionar, y se esforzó por dar tranquilidad y tomar medidas que consideramos sensatas, además de oportunas. Sin embargo, algo falló.
¿No ha servido la cuarentena?
El cuestionamiento a la pertinencia del confinamiento obligatorio se ha expresado no solo desde el sector empresarial, hay que reconocerlo. Coinciden con ellos algunos líderes de grupos religiosos extremistas, y unos cuantos progresistas. Las razones son diversas, aunque algunas se parecen.
“No podemos pasarnos la vida en cuarentena” dijo María Isabel León, presidenta de la CONFIEP, cuando habíamos cumplido 40 días de confinamiento. Llegó a citar, incluso, a un personaje que pocos mencionarían, Ronald Reagan, “la primera obligación del gobierno es proteger a la gente, no dirigir sus vidas”. Con ello quería, sustentar su aparente confianza en la gente, cuya salida debía permitirse.
Sin embargo, para un especialista como el médico epidemiólogo Mateo Prochazka, sin cuarentena nuestra capacidad de respuesta y atención sanitaria se habría agotado en apenas una o dos semanas, los casos de muertos e infectados serían bastante más que los contados hasta ahora, y el colapso del sistema de salud se habría anticipado, dificultando aún más la respuesta del personal de salud y autoridades.
¿Qué hacer, entonces?
Obviamente, es urgente reconocer que muchas cosas han fallado.
Sería pésimo para todos que, obnubilados por la alta aprobación a su gestión, 74% según la encuestadel IEP publicada el domingo en La República, y habiendo el gabinete ministerial obtenido recientemente el voto de confianza en el Congreso de la República, asumieran que pueden persistir en medidas que, hace rato ya, ameritan revisión y cambio.
La congresista del Frente Amplio, Rocío Silva Santisteban, ha reclamado al gobierno por la ausencia de una actitud autocrítica frente a sus grandes errores, y detalla algunos: “la escasez de ventiladores y oxígeno en Loreto; la falta de un régimen digno para los trabajadores de la salud de la primera línea de atención; la desatención de millones de peruanos a los que no les llega ni un solo bono y que regresan a su casa atravesando la cordillera, y la inacción frente al riesgo de quedarnos sin alimentos por una falta de apoyo al agro y a la agricultura familiar y pequeña”, y seguramente usted podría añadir uno, o varios errores, más.
La situación de los penales, por ejemplo; y la desatención de importantes sectores de la población cuya vulnerabilidad se ha incrementado con la pandemia, y a la que parecieran no ver y, menos, reconocer. Pueblos indígenas u originarios, personas con discapacidad, y población migrante venezolana que no ha sido comprendida en ninguna de las medidas dadas por el gobierno, como si no existieran o importasen.
Nadie pretende que resolver la situación sea sencillo, ni se le quiere cargar a este gobierno la responsabilidad de situaciones y desatenciones que vienen de muy atrás. Tampoco se trata de desconocer el gran esfuerzo que, sin duda, algunos en el gobierno hacen, pero hace falta un examen serio y objetivo de las políticas implementadas para que, siendo que todas importan, las personas sacrificadas no sean más.
3 de junio de 2020