Sin esperanza

Al solicitar al Congreso de la República su voto de confianza, el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzen, sostuvo que «otro flagelo que ha saqueado los fondos públicos y lastimado la moral del pueblo peruano es la corrupción, frente a la cual estamos decididos a marcar un punto de quiebre; en ese sentido, anuncio nuestra firme determinación de no permitir ni tolerar ningún acto irregular en el Poder Ejecutivo».

Nadie en su sano juicio puede creer esa promesa de Adrianzen cuando en estos días se ha dedicado a encubrir una situación que tiene suficientes indicios (relojes Rolex y pulseras Cartier) de corrupción y que involucran a la misma presidenta de la república, Dina Boluarte, la persona que lo puso al frente del gabinete ministerial en reemplazo de Alberto Otárola.

Y si el gabinete Adrianzen ha conseguido —por mayoría—el voto de confianza  del Congreso de la República ha sido también por su silencio frente a las tropelías de ese poder del Estado.

Así las cosas, la credibilidad del premier está en entredicho y lo que se espera es más o peor de lo mismo. No hay espacio para la esperanza de cambios.

Y no lo puede haber porque las fuerzas que controlan el Congreso y el régimen de Boluarte mantienen una alianza para mantenerse en el poder hasta el 2026 o, si pueden, seguir después de ese año.

     
 

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