Divagaciones de un adiós
Ambos se encontraron en medio de un silencio inquebrantable; quizá por eso, a estas alturas, Felipe no consiga recordar el tono de su voz, una voz que escuchó solo un par de veces y por breves minutos a través de un teléfono en sus épocas de adolescencia; no sabe de qué color eran sus ojos; en aquella única y última ocasión las ojeras y los párpados caídos no le permitieron observarlos.