Más fácil tu ex
Los exámenes de admisión ahora son más fáciles que antes, no porque las universidades públicas hayan perdido prestigio, sino porque deben ajustarse a la demanda del mercado para no perder ingresos económicos.
Los exámenes de admisión ahora son más fáciles que antes, no porque las universidades públicas hayan perdido prestigio, sino porque deben ajustarse a la demanda del mercado para no perder ingresos económicos.
—Seguro se metió al baño antes de salir —dices, y sonríes.
Estás en la puerta de la casa de tus padres. Tu madre, tu esposa, tu hermanita y tu hijita tirando de la correa de la perrita aguardan junto al automóvil a que tu padre salga.
¿Tú qué hubieras hecho? Yo contesté el celular y, al escuchar su voz, dejé que hablara: «Hermano, me detuvo la policía. Ven, por favor, estoy en la esquina de Junín y Huallayco». No se notaba mareado ni desesperado, pero, como lo conozco, sabía que se trataba de un pedido urgente. Así que agarré las llaves de la casa, metí todos los billetes que encontré al bolsillo y salí en completo silencio para no despertar a mi mujer.
—Mañana en la tarde se van a entregar las libretas —dijo el profesor delante de los alumnos. Su rostro mostraba suspicacia; un destello de malicia iluminaba sus ojos.
Estás sentado frente a la computadora, con la pantalla encendida. Tu hija, tumbada en el sillón que antecede al escritorio, lee el libro que le compraste hace unas horas, en la tarde.
En las aulas siempre hay dos tipos de estudiantes: el intelectual y el deportista. Salvando las distancias entre los demás, suele destacarse un alumno en cada rubro.
Las sombras se apoderan de la pequeña sala. Sigo recostado en el asiento, al lado de la mujer con la niña en brazos y el joven con apariencia de deportista. Tal vez mi peor error fue compartir el artículo en redes sociales, pienso. Entonces, hubo reacciones favorables, por lo que me sentí en uso de la razón. Pero luego sobrevino una diatriba de críticas que me hicieron cuestionar mi postura.
—¿Taxi, amigo? El conductor del mototaxi adelanta la cabeza hacia ti.
Estás en el escritorio ubicado en una esquina del aula, cuando un alumno levanta el brazo y pide que te acerques a su sitio. Te pones de pie y sientes un corrientazo que te recorre el muslo y se concentra en la rodilla izquierda. Tambaleas; te apoyas con una mano en el escritorio. Los alumnos que están sentados en las primeras filas levantan la cabeza y te miran con curiosidad.
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