Una semana mágica

Claudia Hübner Mendieta

Semana Santa nunca me había parecido importante. Probablemente porque en mi familia nunca se hicieron todas las tradiciones que se suelen hacer en estas fechas, ni siquiera el acto de ir a misa, a pesar de que mis padres son católicos. Siempre vi esta semana, como la fecha perfecta para perder un par de días de clases y salir con mis amigos a disfrutar nuestros días libres; hasta que llegó esta Semana Santa.

Como homenaje a Jesús por Semana Santa, mi colegio decidió hacer este año un paseo al recorrido del Vía Crucis situado en Las Pampas-Tomaykichwa, un día antes de Domingo de Ramos. Al principio realmente dudé si asistir, porque no me considero católica y ese era realmente un día en el que se buscaba reavivar la fe de todos aquellos creyentes en mi promoción; sin embargo, después de pensarlo dos veces, decidí ir para no perderme esa experiencia en mi último año de colegio, vivencia que tal vez pudiera ser, al final de todo, significativa para mí. Me enorgullezco al decir que no me equivoqué, pues al estar en ese lugar descubrí una paz que hace mucho no sentía. Esa sensación de estar con personas que le entregan todo su amor a alguien ciegamente, en este caso, al Dios en el que creen, es impresionante. Un ambiente en el que no existe la vergüenza por los errores que hayas cometido, solo existe el perdón, solo existe el acto de reconocer todas las veces en las que te has equivocado, porque equivocarse es humano. La catarsis colectiva para mí fue sorprendente, porque hay veces en los que realmente llegas a olvidar que las demás personas también tienen heridas que no han logrado curar, al igual que tú. Logras a olvidar que no eres el único que se sientes solo a veces, sino que es algo que nos pasa y duele a todos. Me logré invadir con todo ese positivismo cuando entré a esa capilla después de mucho tiempo de no entrar a una y puedo decir que comprendí porqué las personas invierten su tiempo en ir a ese tipo de lugares que consideran sagrados, cuando quieren sentirse mejor.

Últimamente, he tenido que ver, lamentablemente, muy de cerca, cómo el deterioro de la salud mental de una persona puede ser mucho peor que una enfermedad física. Puede hacer que las personas dejen de tener ganas de cuidarse, de seguir un tratamiento o, incluso, dejen de tener ganas de vivir. Me había dejado llevar, entre muchas otras preocupaciones, por el estrés, por la presión que inevitablemente pongo en mi misma, y mi salud mental había empezado a deteriorarse y es increíble cómo ir a un lugar diferente, con personas que piensan diferente a ti, puede abrirte caminos y hacerte ver la vida de una manera que nunca se te hubiera ocurrido. No voy a mentir y decir que ahora soy católica y voy a ir todos los domingos a misa, más bien lo que quiero es exhortar a todas esas personas que no se están sintiendo de la mejor manera, a vivir esta Semana Santa como un tiempo en el que pueden florecer de nuevo. Seas creyente o no, pues eso es lo de menos. Cuando las personas se llenan de positivismo y esperanza, esta se contagia sin distinguir raza, sexo, religión, ni otra característica que nos haga diferentes, los unos de los otros. Aprovechemos los días feriados que tenemos para nosotros mismos, para respirar por un momento y, luego, continuar con más fuerza de la que habíamos comenzado, porque esta fecha puede crear un cambio en tu vida si tú así lo quieres.

¡Feliz Semana Santa!

     
 

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