Loquitos políticos

Es domingo por la noche y al ingresar al Open Plaza la encuentras abarrotada de gente. Por todos lados hay personas recorriendo pasillos, subiendo escaleras y entrando a tiendas. Miras a tu alrededor con extrañeza y desconcierto. De vez en cuando notas que alguien levanta la mirada hacia el techo y la baja esquiva. Susurros y murmullos pululan alrededor en lugar de diálogos y risas cotidianas.

De vuelta al redil

Dominic desbloqueó el celular y tuvo reparos en buscar el número del colega con quien estudió la segunda carrera profesional de Derecho; sin embargo, considerando la situación desventajosa en la que se encontraba, ingresó a Whatsapp y buscó, en el grupo del equipo de fútbol con el que participaban en el campeonato del Colegio de Abogados, el número del colega. Le envió un mensaje: «Buenas tardes, Juanca, ¿estás en tu estudio jurídico? Tengo horario disponible para trabajar juntos. Me avisas». Luego, bloqueó el celular y lo dejó sobre la mesa de la cocina.

La soberbia del postulante

En esta ocasión quiero enfocarme en un aspecto inquietante que he evidenciado entre tus compañeros, y espero no te concierna. Se trata de la humildad para enfrentar este proceso de preparación, con miras a alcanzar una vacante en la universidad. Parece insignificante e inofensivo, pero ignorarlo puede desorientarte en tus prioridades y alejarte de la posibilidad de ingreso, cuando no ser un recurso a favor de tu competencia.

Seguridad y riesgo

Querido postulante: Te he notado meditabundo en la academia. Es posible que, durante tu ardua preparación, en algún momento, te hayas cuestionado sobre el valor del esfuerzo para alcanzar una vacante. Te habrán surgido preguntas como: ¿Es necesario ingresar a la universidad para alcanzar el éxito? ¿Cuánta gente logró salir adelante sin pisar un aula universitaria?

Hambre y sueño

Querido postulante: En esta carta quiero hablarte de dos aspectos fundamentales para enfrentar estos días de ardua preparación en la academia. Ninguno tan importante como tu convicción para alcanzar una vacante en la universidad, pero sí determinante para llegar en condiciones adecuadas al día del examen.

Arroz quemado

En la olla se freía el aderezo. Dominic, en la estrecha cocina, se acercó y lo meneó con el cucharón de palo. La cebolla y los ajos tomaban color, y mezclados con la pimienta y el comino, desprendían un olor agradable. Buscó en el soporte, que se extendía desde el fregadero, la licuadora donde se encontraba la mezcla de culantro, kion y ají amarillo, en una pasta verdosa, que era el ingrediente principal del plato de comida que estaba preparando. Sacó de la base el enorme vaso de licuadora y vertió la mezcla verdosa en la olla. Enseguida, escuchó un pequeño estallido al colisionar la mezcla con el aceite del aderezo. Puso el vaso de la licuadora en el fregadero y volvió a la olla para remover el contenido con el cucharón de palo.