Shucopólitan: ganándole terreno a las barreras discriminadoras

Edgard A. Gaspar Vergara
Comunicador Social

“Hoy es viernes, y el cuerpo lo sabe”, invoca un suplicante dogma popular que pretexta y reclama una chance al individuo al final de una agotadora semana de labores. El efecto de la frase se traduce en una serie interminable de actividades de fin de semana que ansiosos prójimos derrochan con deleite; desde sanos encuentros netflíxticos con la familia, hasta sendas excursiones dionisiacas y bailables por las diversas discotecas de la ciudad, pasando por aquellos que prefieren depositarse por horas en los fornidos brazos de Morfeo. Dando fe a ello un grupo de amigos y yo, decidimos hacer hoy un tour moderado por los más representativos establecimientos de bebidas maceradas de la ciudad; el objetivo: dar un repaso a la coctelería local.

Camino con ansiedad dirigiéndome hacia el pactado punto de reunión. Estos encuentros intermitentes producen en mí el mismo regocijo que le genera a un perro de azotea el ser liberado de su eventual cautiverio, más que por la licencia, por el paladeo anticipado de la amena charla amical, regada a ratos por festivos «salúes» y el alma vaporoso de algún lucky strike con sabor a mora. A lo lejos, alcanzo a ver a los cófrades, que para estas expediciones sí se esmeran en estar antes de lo concertado.

Nuestra primera parada es un céntrico bar que ha escogido el maniquí de un corochano para darnos la bienvenida. Desde ahí empezamos bien, porque este detalle hace que nos sintamos orgullosamente locales. Ya instalados en un rincón de la taberna, sentados en antiguas mueblerías con apariencia republicana, nos llega la carta de cócteles que tienen como base el generoso aguardiente o shacta de caña. Así encontramos, entre otros, El caporal, La despedida, El cumpita, San Juan cuchillo, Chincho mojito y el revolucionario Shucopólitan, que al vodka (sustituido ingeniosamente por la shacta), zumo de arándanos rojos y zumo de lima del norteamericanísimo Cosmopolitan, le adicionan una ración de macerado de coca, obteniendo una deliciosa bebida afrodisíaca.

Más que el nuevo sabor de la bebida, lo que nos llama potencialmente la atención es el atrevimiento de usar sin rubor un término quechua controversial que se involucra con los estigmas sociales de nuestra tierra: «Shucuy». Todos sabemos que este es el nombre de las sandalias de cuero sin curtir, endosado a los que las usan, y que ha sido empleado por décadas para menospreciar y etiquetar a nuestra gente andina, por su condición de provincianos. Afortunadamente, desde hace algunos años, el uso continuo del término, que extendió su jurisdicción hasta el corazón de la ciudad, empleado como insulto racista, fue modificando su significado, hasta convertirse en una coloquial forma de saludo entre los amigos, y una moda que todavía no rebasaba las fronteras privadas. Hoy en día, visionarios empresarios gastronómicos y afines emplean el término «shucuy», junto a muchos otros huanuqueñismos para nominar y marquetear sus productos.

Hace poco, un puñado de «citadinos» puso el grito en el cielo a raíz de que a un ingenioso productor se le ocurrió denominar «El festival del Shucuy» a un evento organizado para celebrar el día de la identidad huanuqueña. Todavía existen algunos paisanos con actitudes aristocráticas que pretenden negar estas evoluciones terminológicas, en aras de salvaguardar un falso linaje, ignorando que hoy el mundo se ha globalizado y que esto también implica la desaparición de las fronteras sociales.

La transformación del significado del término «shucuy» es saludable para todos, porque le estamos ganando terreno a la discriminación, no tanto por la aceptación de una terminología antaño usada para segregar ofensivamente a nuestros coterráneos de las zonas altoandinas, sino porque los que vivimos en la ciudad nos incluimos (identificamos) con nuestros paisanos, haciéndoles sentir que no son ‘los otros’, que no están solos, y que ese léxico otrora despreciativo, hoy puede ser reutilizado como bandera de identidad huanuqueña.

La travesía catadora de cócteles ha comenzado y aún nos resta muchos motivos de orgullo por descubrir. Salud por eso, mis aristócratas shucuyes.

     
 

Agregue un comentario